21 de julio de 2015

¡Educación en el sufrimiento, a través de la fe!

EDUCACIÓN EN EL SUFRIMIENTO A TRAVÉS DE LA FE.


1 SALVAR LAS DIFICULTADES.


   El horizonte de la vida cristiana, como bien sabemos, no está exento de pruebas y dificultades, de incomprensiones, de dolor y de sufrimiento. Pero, como hemos visto en páginas anteriores, aquellos que en medio de las pruebas han tenido a Cristo en sus vidas, han sabido conservar el dinamismo de la alegría que provoca el espíritu que nace de la fe, y del compromiso con Jesucristo.


   Hemos observado, en todo el trabajo, que Jesús no vino a librarnos del sufrimiento sino, con su Redención, a darle sentido. Que Él mismo vivió intensamente la experiencia del dolor y que nada le ha sido ajeno, a excepción del pecado. Por eso, el dolor perdió su carga de negatividad y se convirtió en crecimiento personal; en el amor y la esperanza, manifestada tras la Cruz, y en la alegría de la Resurrección.

Nos lo recuerda Juan Pablo II en su Carta Apostólica “Redemptoris Homini”, punto 9, capítulo II, página27:

“La redención del mundo —ese misterio tremendo del amor, en el que la creación es renovada— es en su raíz más profunda «la plenitud de la justicia en un Corazón humano: en el Corazón del Hijo Primogénito, para que pueda hacerse justicia de los corazones de muchos hombres, los cuales, precisamente en el Hijo Primogénito, han sido predestinados desde la eternidad a ser hijos de Dios y llamados a la gracia, llamados al amor.”


   También hemos comprobado que cuando nos referimos a educación, hablamos de la intención de lograr que nuestros educandos tengan un recto desarrollo personal que integre y perfeccione todas sus potencias; pero sólo Jesucristo, en su Evangelio, ilumina plenamente la entera realidad humana con el don de la fe que agudiza la conciencia  y abre nuestra mente para poder descubrir, en los acontecimientos de nuestra vida, la presencia de la Providencia Divina.

Nos lo recuerda Juan Pablo II en su Carta Apostólica “Redemptoris Homini”, punto 10ª, capítulo II, página29:

“El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente. Por esto precisamente, Cristo Redentor, como se ha dicho anteriormente, revela plenamente el hombre al mismo hombre. Tal es —si se puede expresar así— la dimensión humana del misterio de la Redención. En esta dimensión el hombre vuelve a encontrar la grandeza, la dignidad y el valor propios de su humanidad.”


   Si perdemos de vista esta cuestión vital, desenfocaremos el principal objetivo de la educación que es llevar a la persona a su perfección, ya que nunca podrá alcanzar el verdadero conocimiento de sí misma, del mundo y de Dios.


2. LA PEDAGOGÍA DIVINA COMO CAMINO EDUCATIVO.


   Ya hemos tratado anteriormente de la pedagogía divina, como camino privilegiado donde el Señor nos educa en la fe y nos conduce a la plenitud del encuentro con el Amor, a través de una respuesta que pertenece a la misma naturaleza del ser humano. Nos educa en el horizonte de la esperanza, que nos ayuda a buscar por encima de las tribulaciones presentes, la alegría prometida por Jesucristo.


   Nos centra en lo esencial, y nos ayuda a librarnos de los obstáculos que nos impiden nuestra maduración personal. Nos da una visión en profundidad, ya que el dolor requiere respuestas consistentes que surjan de lo profundo de nuestro ser. Nos enseña a vivir el realismo cristiano, que nos abre los ojos a la realidad del mundo. Nos educa en una visión positiva, que no tiene por qué ser ingenua ni evadirnos de los problemas diarios. Y sobre todo, es una pedagogía que nos prepara para vivir en el amor, con una autodonación generosa, renunciando a opciones que pueden resultar más agradables, pero opuestas al plan de Dios. Por eso la Revelación no ha sido un acto gratuito en el plan divino, sino el medio para iluminar la razón en la búsqueda de la Verdad e indagar dentro del misterio, cuyo verdadero punto central es la muerte de Cristo en la Cruz.



   Como hemos comentado en el apartado del sufrimiento, hay toda una doctrina sapiencial que habla sobre el motivo del sufrimiento, ventilado especialmente en el libro de Job; y alcanza la cumbre de la doctrina sobre la salvación mesiánica, en los textos del Justo Sufriente, en el Antiguo Testamento, que enlaza posteriormente con la predicación de Jesús.  Pero es en el Nuevo Testamento, donde se recogerá explícitamente la doctrina del valor pedagógico y salvador de los sufrimientos del Justo: se enseñará que la paciencia en la tribulación es el camino propio de los discípulos que, al enfrentarse a las duras pruebas, generarán, producirán y aumentarán las virtudes humanas que facilitarán la recepción de las sobrenaturales, por la Gracia de Dios.