4.
EL TESORO DE CUALQUIER VIDA
No podemos
olvidar en estos testimonios, el de Piluca. Hace 8 años publicó una carta en
“Alfa y Omega” a Juan Pablo II, que tuvo mucha repercusión y en la que le pedía
un favor: que le hablara a Dios de ella. Ocho años después le quiso dar las
gracias; y a mucha gente más: a sus profesores de bachillerato, por su
comprensión, ahora que por fin a terminado los estudios; a su familia; al
personal del hospital la Paz…”Ha sido
como tener a mi lado un ejército de ángeles, dando vida y simpatía a los ratos
tan largos y tan duros que he vivido”
Piluca lo relata de la siguiente manera:
“Cuando sólo tenía doce años, pedí en una
carta que se publicó en este periódico a Juan Pablo II que por favor hablara a
Dios de Piluca. Soy una chica que tuvo muchos problemas al nacer y desde
entonces tengo parálisis cerebral, grandes limitaciones y una gran
discapacidad.
Años más tarde le dejé una nota en la
Nunciatura, pues me enteré que todo el que tuviera interés y quisiera dejar
unas líneas a la muerte del Papa Juan Pablo II podía hacerlo; y yo tenía
muchísimo interés en ello. Le recordaba, que ya en el cielo, volviera a hablar
a Dios de mí. Ahora que tengo veinte años, no me cabe ninguna duda, es más
tengo la certeza, de que le dio mi recado. Lo ha hecho y por ello desde esta
carta estoy deseando dar las gracias por todo su interés. ¡Gracias Santidad!”
5.
DOLOR, OPERACIONES Y ALEGRÍA.
“He tenido que hacer frente a más
intervenciones, muy dolorosas y traumáticas; pero me he sentido…tan querida por
Dios; tan protegida y acompañada, hasta en el quirófano, por María. Sólo notar
su presencia me daba las fuerzas inmensas que tanto necesitaba. Con su cariño y
consuelo he podido soportar los tremendos dolores y la lenta recuperación…con
paciencia.
Aún tengo muy reciente la última operación:
la reconstrucción entera de mi boca. Bien me explicó el cirujano maxilo-facial
en qué consistía la intervención: cortar la mandíbula, abrir el paladar, meter
unas finas placas de titanio…también me habló de lo importante que era dejar la
boca cosida para asegurarme de que nada se moviera; llevar una férula en los
dientes, aunque eso significaba comer con una pajita durante meses ¡con lo que
a mí me gusta comer!
Fue laborioso y complicado. Lo que más me
costó fue aceptar, antes de los tres meses, una nueva intervención. Era
demasiado. Estaba agotada. Todo pasaba muy deprisa. Recuerdo que pocas veces
había rezado con tanta fuerza, pero también recuerdo la gran tranquilidad al
sentir de qué manera se preocupan en el cielo por cada uno de nosotros, estando
pendientes de nuestras oraciones; no sólo mías sino de mis amigos y de mi
familia que, me consta que las rezaron, y dieron muchísimo fruto. De esta
manera ya no fue tan duro volver al hospital. Aceptar el dolor de nuevo.”
6.
OFRECIDO DUELE MENOS.
“Conocí una compañera maravillosa la noche
que me ingresaron. Rezó el Rosario con nosotras y hasta cantamos villancicos
ante un Portalito “chiquitito” que, nada más llegar, coloqué en la mesilla.
Sentía paz y el sufrimiento lo iba ofreciendo por todas las intenciones que
muchos amigos me habían pedido: parece que el sufrimiento y el dolor, cuando
les doy un sentido cristiano, duele menos. Yo creo que de otra manera no podría
soportarlo.
Estaba muy preocupada por mis estudios, pues
en segundo de Bachillerato hay que dedicar muchas horas. Pasé algunos exámenes,
otros quedaron para Septiembre, siempre soñando con un veranito de los de
verdad, o sea de los que se veranea y no se estudia nada de nada.”
7.
LE DEDICO A JESÚS LO MEJOR QUE TENGO: MI SONRISA.
“Todo llega, y en este verano 2008 por fin
he conseguido terminarlo todo. Han sido mucho los fines de semana encerrada
para sacar adelante la Filosofía; clases particulares para aprender las dichosas
Matemáticas, tan complicadas; por no decir nada de sobre Economía…Tengo que
reconocer que me han exigido, pero ha merecido la pena; el éxito final hace que
se me olvide el esfuerzo. Por parte de mis profesores de Bachillerato siempre
he recibido comprensión y mucha paciencia. Desde aquí, gracias. Además si me
cansaba, siempre tenía el apoyo de mis padres; las explicaciones de mi hermano
y el ánimo y la alegría de Javier, el pequeño. Ha sido como tener a mi lado un
ejército de ángeles dando vida y simpatía a ratos tan largos y tan duros.
Gracias a todos.
Hoy ya no llevo “Braquets”, ni férulas, ni
tan siquiera tengo llagas –las tuve constantemente a lo largo de tres años-
todo ha sido para mejorar; puedo comerme unos bocadillos riquísimos que antes no
podía y hablo mucho mejor, con más claridad. Al menos todos los que me escuchan,
es lo que dicen. Lo mejor de todo es que soy muy alegre y ahora tengo una
sonrisa que desarma. De verdad me
comentan que es una sonrisa contagiosa; creo que la felicidad del corazón llega
a los demás de una manera especial.
Tengo tanto que agradecer a Dios; es tanto
lo que me está ayudando y tanto lo que me ha dado, que no puedo explicar con
palabras, pero Él sabe que, cuando le miro en la Cruz, le digo que cuente conmigo
para lo que quiera y, para mostrarle mi agradecimiento, le dedico lo mejor que
tengo: mi sonrisa.”