Nguyen
Van Thuan descubrió, en su dolor, que el Señor dirigía su acción y su apostolado,
descubriéndole nuevas perspectivas ignoradas por él hasta entonces. Como toda
corrección, no pareció agradable de momento, sino penosa, pero luego ese tallar
y pulir que puede resultar doloroso, se abrió al gozoso descubrimiento de la
verdadera voluntas de dios. El Obispo dejó escrito en una oración, como era su
costumbre, semejante descubrimiento en el dolor:
DIOS Y SU OBRA
“Por tu amor infinito, Señor,
Me
has llamado a seguirte,
A
ser tu hijo y tu discípulo.
Luego
me has confiado una misión
Que
no se asemeja a ninguna otra,
Pero
con los mismos objetivos de los demás:
Ser
tu apóstol y testigo.
Sin
embargo la experiencia me ha enseñado
Que
continúo confundiendo dos realidades:
Dios
y sus obras.
Dios
me ha dado la tarea de sus obras.
Algunas
sublimes,
Otras
más modestas;
Algunas
nobles,
Otras
más ordinarias.
Comprometido
en la pastoral de la parroquia,
Entre
los jóvenes,
En
las escuelas,
Entre
los artistas y los obreros,
En
el mundo de la prensa,
De
la televisión y de la radio,
He
puesto en ello todo mi ardor
Utilizando
todas mis capacidades.
No
me he reservado nada,
Ni
siquiera la vida.
Mientras
estaba así,
Apasionadamente
inmerso en la acción,
Me
encontré con la derrota de la ingratitud,
Del
rechazo a colaborar,
De
la incomprensión de los amigos,
De
la falta de apoyo de los superiores,
De
la enfermedad y la desidia,
De
la falta de medios…
También
me aconteció que, en pleno éxito,
Cuando
era objeto de aprobación,
De
elogios y de apego para todos
Fui
trasladado de improviso
Y
se me cambió de papel.
Heme
aquí, pues,
Poseído
por el aturdimiento,
Camino
a tientas,
Como
en la noche oscura.
¿Por
qué Señor me abandonas?
No
quiero desertar de tu obra.
Debo
llevar a término mi tarea,
Terminar
la construcción de la Iglesia…
¿Por
qué atacan los hombres tu obra?
¿Por
qué te quitan su apoyo?
Ante
el altar, junto a la Eucaristía,
He
oído tu respuesta, Señor:
“¡Soy
yo al que sigues, no mi obra!
Si
lo quiero, me entregarás la tarea confiada.
Poco
importa quién tome tu puesto;
Es
asunto mío.
“Debes
elegirme a Mí””
En el aislamiento, Hanoi;
(Vietnam del Norte) 11-2-198
Conmemoración de la aparición de la Inmaculada en
Lourdes
Pero en esta pedagogía
de la fe, -que comporta descubrir a Cristo en estrecha relación con la Cruz,
donde nos hacemos hijos en el Padre, nos identificamos con Jesucristo y su
voluntad. Y junto a Él, redimimos con el dolor; porque salvamos y nos salvamos
del pecado -verdadero mal que conlleva
la muerte eterna ante la separación de Dios-. Allí descubrimos la verdadera
fuerza que ha acompañado y acompaña a todos aquellos que se han decidido a
seguir al Señor, de un modo heroico, en el camino del sufrimiento con verdadera
aceptación gozosa: la vida sacramental de la Iglesia.
Cristo en la
Cruz, ha abierto ante nosotros las fuentes de esta vida, y lo ha hecho de modo
especial por medio del Misterio Pascual: de su Muerte y Resurrección. A Él, a
su sufrimiento, están unidos tanto el Bautismo como la Eucaristía, sacramentos
que crean en el hombre un germen de vida Eterna.
Y en el mismo
Misterio Pascual, el Señor fijó el poder de regeneración en el sacramento de la
Reconciliación. De los sacramentos, instituidos por Jesucristo, los cristianos
sacamos la fuerza, la Gracia que nos da el Espíritu Santo, para ser fieles a la
llamada de Dios en el dolor a través de su Iglesia Santa: semilla del Reino de
Dios en la tierra .Ya que ese sufrimiento, sólo recibe fuerza expiatoria si
está unido al sufrimiento de la Cabeza divina, como miembro del Cuerpo de
Cristo.
San
Josemaría nos lo recordaba en el punto
132 de Amigos de Dios:
“No se lleva ya una cruz cualquiera, se
descubre la Cruz de Cristo, con el consuelo de que se encarga el Redentor de
soportar el peso. Nosotros colaboramos con Simón de Cirene, cuando regresaba de
trabajar en su granja pensando en un merecido reposo, se vio forzado a poner
sus hombros para ayudar a Jesús. Ser voluntariamente Cireneo de Cristo,
acompañar tan de cerca de su Humanidad doliente, reducida a un guiñapo, para un
alma enamorada no significa una desventura, trae la certeza de la proximidad de
Dios, que nos bendice con esa elección”.
13.
LA IMPORTANCIA VITAL DE LA EDUCACIÓN EN LA FE.
Por eso educar
integralmente a nuestros hijos o a nuestros alumnos; prepararlos para la vida,
con el sufrimiento como elemento seguro en ella, se puede conseguir sólo con la
manifestación de Jesucristo a través de la fe. Con la Vida en nuestra persona,
a través de los Sacramentos y como miembros del Cuerpo Místico, que nos
transmite la pedagogía con la que Dios
ha querido manifestarse, hasta la culminación de su Palabra en Cristo. No se
puede educar el cuerpo y el espíritu, si sacamos a Dios de la familia y de las
aulas, porque sin Él la persona humana se queda sin respuestas y sin sentido,
ante las diversas circunstancias de su vida que, inexorablemente, padecerá.
Nos lo
recuerda Juan Pablo II en su Carta Encíclica “Redemptor Hominis”, punto 9b,
capítulo I, página 731:
“El Concilio ha reclamado ampliamente el papel de la Iglesia para la salvación de la
humanidad. A la par que reconoce que Dios ama a todos los hombres y les concede
la posibilidad de salvarse (cf. 1 Tim 2, 4), la Iglesia profesa que Dios ha
constituido a Cristo como único mediador y que ella misma ha sido
constituida como sacramento universal de
salvación. «Todos los hombres son llamados a esta unidad católica del Pueblo de
Dios, y a ella pertenecen o se ordenan de diversos modos, sea los fieles
católicos, sea los demás creyentes en Cristo, sea también todos los hombres en
general llamados a la salvación por la gracia de Dios ». Es necesario, pues,
mantener unidas estas dos verdades, o sea, la posibilidad real de la salvación
en Cristo para todos los hombres y la necesidad de la Iglesia en orden a esta misma
salvación.”
Por ello, no
debe extrañar que haya querido traer a colación las vivencias de este obispo
vietnamita. Hubiera podido exponer la vida de muchísimos santos y nos
sorprendería comprobar la similitud de todas ellas en las difíciles pruebas que
les tocó pasar: el dolor, el sufrimiento, el abandono, la humillación, la
tribulación. Dios, ya lo hemos repetido, prueba a sus elegidos en “el crisol
del sufrimiento”.
Pero,
Francisco Nguyen Van Thuan ha sido un cristiano contemporáneo como nosotros; en
un mundo difícil, cuya raíz profunda que lo mantuvo inquebrantable durante su
sufrimiento fue –como él reconoció en innumerables ocasiones- la fe que su
madre supo grabar en su corazón infantil, con sus palabras y su ejemplo. No hay
otro camino, si queremos forjar hombres libres y responsables que sepan
responder con coherencia de vida ante las tribulaciones: educar en la fe de
Jesucristo: Camino, Verdad y Vida.
Quiero
finalizar este testimonio con la última oración del sacerdote vietnamita:
HE ELEGIDO A JESÚS
“Señor, Jesús, en el camino de la esperanza,
Desde
hace dos mil años,
Tu
amor, como una ola,
Ha
arrollado a muchos peregrinos.
Ellos
te han amado con un amor palpitante,
Con
sus pensamientos,
Sus
palabras y sus acciones.
Te
han amado con un corazón
Más
fuerte que la tentación, más fuerte que el sufrimiento
Y
más aún que la muerte.
Ellos
han sido en el mundo tu palabra.
Su
vida ha sido una revolución
Que
ha de renovar el rostro de la
Iglesia.
Contemplando
desde mi infancia
Estos
fúlgidos modelos,
He
tenido un sueño:
Ofrecer
mi vida entera,
Mi
única vida que estoy viviendo,
Por
un ideal eterno e inalterable.
¡Lo
he decidido!
Si
cumplo tu voluntad
Tú
realizarás este ideal
Y
yo me lanzaré
En
esta maravillosa aventura.
Te
he elegido
Y
nunca he tenido añoranzas.
Siento
que Tú me dices:
“Permanece
en mí
¡Permanece
en mi amor!”
Pero
¿Podría permanecer en otro?
Sólo
el amor puede realizar
Este
misterio extraordinario.
Comprendo
que Tú quieras toda mi vida.
“¡Todo!
¡Y por amor a Ti!”
En
el camino de la esperanza
Sigo
cada uno de tus pasos.
Tus
pasos errantes hacia el establo de Belén
Tus
pasos inquietos en el camino a Egipto
Tus
pasos veloces hacia la casa de Nazaret
Tus
pasos gozosos para subir con tus padres
Al
Templo.
Tus
pasos fatigados en los treinta años de
Trabajo.
Tus
pasos solícitos en los tres años de anuncio
De
la Buena Nueva.
Tus
pasos ansiosos que buscan a la oveja perdida
Tus
pasos dolorosos al entrar en Jerusalén
Tus
pasos solitarios ante el pretorio
Tus
pasos pesados bajo la cruz camino del Calvario
Tus
pasos: fracasado, muerto y sepultado
Despojado
de todo,
Sin
vestidos, sin un amigo,
Abandonado
hasta por el Padre
Pero
siempre sometido al Padre.
Señor,
Jesús,
Arrodillado,
De
tú a Tú ante el Sagrario
Comprendo:
No
podría elegir otro camino,
Otro
camino más feliz,
Aunque,
en apariencia,
Hay
otros más gloriosos.
Pero,
Tú, amigo eterno,
Único
amigo de mi vida,
No
estás presente en ellos.
En
Ti está todo el cielo con la
Trinidad ,
El
mundo entero y la humanidad entera.
Tus
sufrimientos son los míos,
Míos
todos los sufrimientos de los hombres.
Mío
todo lo que no tiene paz no gozo,
Ni
belleza, ni comodidad, ni amabilidad.
Mías
todas las tristezas, las desilusiones,
Las
divisiones, el abandono, las desgracias.
Mío
es todo lo tuyo,
Porque
Tú lo tienes todo;
Lo
que hay en mis hermanos,
Porque
Tú estás con ellos.
Creo
firmemente en Ti,
Porque
Tú has dado pasos de triunfo
“Se
valiente, Yo he vencido al mundo”
Tú
me has dicho: “Camina con pasos de gigante
Ve
por todo el mundo
Proclama
la Buena Nueva ,
Enjuga
las lágrimas de dolor,
Reanima
los corazones desalentados
Reúne
los corazones divididos,
Abraza
el mundo con el ardor de tu amor,
Acaba
con lo que ha de ser destruido,
Deja
en pie sólo la verdad, la justicia, el amor”
Pero
señor ¡yo conozco mi debilidad!
Líbrame
del egoísmo,
De
mis seguridades,
Para
que deje de temer
El
sufrimiento que desgarra
Soy
tan indigno de ser apóstol.
Hazme
fuerte ante las dificultades.
Haz
que no me preocupe
De
la sabiduría del mundo.
Acepto
que me traten como loco
Por
Jesús, María y José…
Quiero
ponerme a prueba,
Dispuesto
a todas las consecuencias,
Despreocupado
de todas ellas,
Porque
me has enseñado
A
afrontarlo todo.
Si
me ordenas dirigir mis pasos valerosos,
Hacia
la cruz,
Me
dejaré crucificar.
Si
me ordenas entrar
En
el silencio de tu Sagrario
Hasta
el fin de los tiempos
Me
dejaré envolver por él
Con
pasos aventurados.
Perderé
todo:
Pero
me quedarás Tú.
Allí
estará tu amor
Para
inundar mi corazón.
Mi
felicidad será total…
Y
por eso repito:
Te
he elegido.
Sólo
te quiero a Ti.
Y
tu gloria”
En la residencia obligatoria
en Giang-Xá (Vietnam del Norte)
19-3-1980, Solemnidad de san José