14 de febrero de 2015

¿Qué es educar?

EDUCACIÓN:



1 ¿QUÉ ES EDUCAR?


   No quiero, no es esta mi intención, imprimir en estas páginas un sentido pedagógico cuya finalidad sea el funcionamiento del entramado educativo. He descubierto, en estos años, que a pesar de las distinciones que comportan los distintos tipos de educación: formal, no formal e  informal, en realidad ésta surge como la prolongación natural del derecho y el deber de las personas a realizarse como tales a lo largo de su vida; perfeccionándose integralmente a través del desarrollo global de cuerpo y espíritu –inteligencia, sensibilidad, sentido estético, responsabilidad individual y espiritual- confirmando con ello la consistencia del ser humano como una unidad total. Nos lo recuerda la Declaración  “Gravíssimum Educationis” sobre la educación cristiana, en el Proemio:


 “En consecuencia, por todas partes se realizan esfuerzos para promover más y más la obra de la educación; se declaran y se afirman en documentos públicos los derechos primarios de los hombres, y sobre todo de los niños y de los padres con respecto a la educación. Como crece rápidamente el número de los alumnos, se multiplican por doquier y se perfeccionan las escuelas y otros centros de educación. Los métodos de instrucción y de educación se van perfeccionando con nuevas experiencias. Se hacen, por cierto, grandes esfuerzos para llevarla a todos los hombres, aunque muchos niños y jóvenes están privados todavía de la instrucción incluso fundamental, y de tantos otros carecen de una educación conveniente, en la que se cultiva a un tiempo la verdad y la caridad”


   He comprobado que este derecho, reconocido en todas las instituciones mundiales, es el que hace al educando agente real de su formación imprimiendo, a su vez, como deber amoroso a sus padres el ayudar a su desarrollo a través de la excelencia educativa de la familia, donde el ser humano se personaliza y socializa inmerso en un dinamismo de actuaciones e influencias formativas, propias de la convivencia familiar. Así, las relaciones interpersonales, sustentadas en las instancias afectivas de los sentimientos y la voluntad, hacen de los padres los agentes primarios de la formación humana en el ámbito natural de la familia, educando la afectividad que parte del amor conyugal y se expande en el amor paterno-filial y el fraternal. Consiguiendo, con este entramado armónico, que esa armonía cimiente  y desarrolle una excelente maduración personal.



2. IMPORTANCIA DE LA DELEGACIÓN EDUCATIVA.


   Pero como el saber humano posee una extensísima diversificación, los padres no estamos capacitados para subvenir todas las necesidades intelectuales y culturales; por ello, es bien sabido, recurrimos a una ayuda específica para completar esa misión educativa. Quiero remarcar, en este punto, que esta misión es de suma importancia, ya que la delegación que hacemos los padres a la escuela y en modo propio a los agentes educativos: a los maestros, que por su dignidad y su capacitación les conferimos nuestra representación en el derecho y el deber de ejercer la formación intelectual de nuestros hijos; la potestad de gobernar su proceso de aprendizaje, comunicando el amor a la verdad e incidiendo en la afectividad a través de su dedicación y entusiasmo por el saber que profesan.


   La respuesta a esa cuestión esconde el contenido más grande, profundo e importante que haya podido plantearse el ser humano a lo largo de su vida. Ya que educar es ayudar a crecer, a desplegar, a desarrollar a la persona su propia capacidad como tal, en su irrepetible singularidad y en su imperfecta naturaleza; característica, precisamente, que lo hace educable ya que si fuera perfecto la educación estaría de más al no albergar posibilidad de mayor crecimiento. La razón de poderse educar es la misma imperfección de la persona.


   Pero eso sólo se conseguirá a través de una cooperación externa en la que el educador, ejerciendo una tarea compartida, sea capaz de comunicar a su alumno la intención de ayudarle para que se comprometa en su propio perfeccionamiento como persona, ya que sólo el educando es el titular de su propio desarrollo. Así lo expresa D. José Luís Gonzalez-Simancas:


 “El profesor, porque cree en su misión educadora, aspira a comunicar los valores que encierra la materia que enseña –intelectuales, morales, útiles y prácticos- proponiéndose educar intelectualmente y moralmente a sus alumnos, pudiendo llegar a la conclusión de que comunicar, o mejor, comunicarse personalmente con sus alumnos es algo esencialmente decisivo; algo de lo que no puede prescindir si lo que se propone es educar y no sólo informar a sus alumnos”