25 de noviembre de 2014

¡Lucha por ese "durante"!



Evangelio según San Lucas 21,5-11.


Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo:
"De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido".
Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?".
Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan.
Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin".
Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino.
Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo."

COMENTARIO:

  Este Evangelio de Lucas, como el resto de los sinópticos, conserva este discurso que hizo el Señor sobre la destrucción del Templo de Jerusalén, que tendrá lugar cuarenta años después. Y teniendo como base este hecho, el Maestro entrelaza otras cuestiones que están muy relacionadas entre sí, y que son esos signos que llegarán y anunciarán que ya está cerca el Fin del Mundo; así como Su venida, en gloria y majestad.

  Nunca podemos olvidar, que el Hijo de Dios quiso vivir en un lugar y en un momento determinado; por eso, su forma de expresarse y la manera en la que Lucas tiene de transmitírnoslo, es del género literario apocalíptico. Es decir, que está lleno de imágenes que no siempre nos son fáciles de interpretar. Pero para ello hemos de recordar que, como decía Galileo, el Señor en las Escrituras nos manifiesta cómo ir al Cielo; no, como va el Cielo. Por eso es un craso error, tomar al pie de la letra lo que muchas veces es una forma de hablar o de escribir, específica de un lugar y de un periodo determinado. Debido a esto, cuando un tiempo después Tito arrase Jerusalén, y destruya toda la obra que Herodes el Grande había emprendido en el año 20, para reconstruir y ampliar el Templo edificado tras el exilio de los judíos a Babilonia, muchos pensarán que el Final de los Tiempos está cerca. Y Jesús, que conoce hasta nuestros pensamientos más ocultos, para evitar eso, nos repetirá que a pesar de que nos de unos signos –como son la aparición de falsos mesías, salvadores de la patria; las guerras; las múltiples revoluciones; y otros muchos desastres que vivirán los que quieran expandir su Reino-el día y la hora, sólo la sabe Dios.

  Todo este capítulo, sin embargo, tiene una connotación muy práctica para todos aquellos que vivimos el día a día de nuestro cristianismo; porque nos habla el Señor, a los que consideramos esos hechos en la lejanía de la historia, y no pensamos en lo que está por venir. A los apóstoles, que contemplaban la belleza del edificio sagrado, y que les vaticinó Jesús el desastre que estaba por suceder, les debía parecer un imposible lo que estaban escuchando. Como nos puede suceder a nosotros y, sin embargo sabemos, por propia experiencia, que la Palabra de Dios es inmutable.  Que el “cuando” es una incógnita y el “donde” una certeza; porque será aquí, en el mismo lugar donde estamos donde todo terminará, para dar paso a un “para siempre” en cuerpo y alma, cerca o lejos de Dios; en función de nuestras libres decisiones.

  Pero es en este “durante”, donde el Señor nos insiste en la necesidad de estar serenos y no tener miedo; porque a todos los que luchamos por vivir al lado de Jesús, frecuentando sus Sacramentos, se nos dará la luz del Espíritu que nos permitirá iluminar nuestro conocimiento. Y sólo así, con la Gracia divina, seremos capaces de descubrir la falsedad de muchos y reconocer la auténtica Verdad, que descansa en Cristo. Por eso es maravilloso que, pase lo que pase, el Hijo de Dios nos prometa su asistencia, hasta el fin de los días. Otra cosa muy distinta, es que nosotros estemos dispuestos a aceptar su ofrecimiento; y combatir por adquirir las virtudes, que nos previenen contra las insidias diabólicas que intentarán sin descanso, hacernos perder la paz.