13 de septiembre de 2014

¡Y seguimos...!



Pero el descubrimiento más famoso tuvo lugar el año 1947, cuando unos beduinos penetraron, casualmente, en unas cuevas de Qumrán, lugar situado a docenas de kilómetros de Jericó al oeste del Mar Muerto,  donde encontraron grandes vasijas que contenían en su interior rollos de la Biblia Hebrea, cubiertos de betún y cuidadosamente envueltos en tela. Eran manuscritos hebreos de todos los libros del Antiguo Testamento, a excepción de Esther, textos que parece ser que pertenecían a una comunidad religiosa judía asentada en los alrededores, y que pueden datarse entre el 150 a. C. y el 70 aproximadamente d. C. Entre los documentos más importantes está el rollo de Isaías, escrito dos siglos antes de Cristo, que es prácticamente idéntico al texto que nosotros poseíamos y que nos certificó lo que ya sabíamos: en mil años  se puede decir que en el texto apenas se había variado una coma.



   También se han encontrado muchos documentos del Nuevo Testamento que datan de principios del siglo II d.C. hasta el siglo XVI; además de antiguas traducciones en varios idiomas, especialmente: latín, siriaco y copto. Para no agotaros con un amplio número de documentos y sus nombres, he escogido los más importantes manuscritos que datan del siglo II a.C. al siglo V d. C.



·        Fragmento Rylands: Es el manuscrito neotestamentario más antiguo conocido hasta el momento, ya que se remonta a los años 120-130 d. C., algunas decenas de años después de la redacción del Evangelio de Juan, del que contiene 30 palabras en griego procedentes del capítulo 18 de dicho Evangelio;  demostrando, por ello, que el Evangelio no pudo ser escrito en el año 150 d. C. como pretendían algunos racionalistas. Procede de un códice, no de un rollo y lo sabemos porque está escrito en ambas caras del papiro, fenómeno raro en el rollo. Los eruditos conocen el fragmento por el símbolo P52. CH Roberts descubrió este fragmento de papiro de 6x9 cmts. en una colección de la Biblioteca John Rylands, de ahí su nombre.

·        Papiros Bodmer: Son  de alrededor del 200 d. C. y se publicaron en 1956, 1958 y 1962. El primero incluye los primeros trece capítulos de Juan en griego, en una edición casi perfecta y fragmentos de los restantes capítulos; se encuentra en la Biblioteca Bodmer, cerca de Ginebra. En 1961 se publicó otro documento Bodmer: Lucas 3,18 hasta Juan 15,8. Y es posible que su origen se remonte al último cuarto de siglo II. Otros fragmentos Bodmer incluyen Judas y 2 Pedro en griego (200 d.C.) y porciones de la Biblia, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, en griego y copto. El Papiro de Bodmer nº 2 está muy cerca textualmente del Manuscrito Vaticano nº 1209.

·        Papiros Chester Beatty: Pertenecen al siglo III y fueron adquiridos en 1930 por Chester Beatty, pero fue sir Federico Kenyon quien los anunció al mundo en el London Times el 17 de Noviembre de 1931. Incluyen porciones del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento y su fecha es del tercer siglo d. C. Son once códices de papiro, siete del Antiguo Testamento, tres del Nuevo Testamento y una parte de I Enoc. En este grupo se hallan también las copias más antiguas de las epístolas paulinas, con algunas lagunas (especialmente las pastorales; I y II Timoteo y Tito). Es significativo, que la carta a los Hebreos esté incluida en este códice antiguo, ya que a menudo se ha cuestionado que tuviera a Pablo como su autor; por ello, el que esta carta inspirada se incluya en el P46, que tan solo recoge cartas paulinas, indica que para el año 200 d. C. los cristianos primitivos se la atribuían a él. Además, el hecho de que la carta a los Efesios también se encuentre en este códice, pone en tela de juicio los argumentos de quienes cuestionan la autoría de Pablo. También se encuentran porciones de los cuatro Evangelios y Hechos de los Apóstoles, que datan de poco después del 200 d. C. En la Biblioteca Chester Beatty de Dublin, está una parte completa del Apocalipsis y en la Biblioteca de la Universidad Michigan Ann Abor, las epístolas paulinas  -a excepción de treinta hojas-.

·        Códice Sinaítico: Es del siglo IV y en 1844, Constantino von Tischendorf descubrió cuarenta y tres hojas de pergamino de este famoso Códice en el monasterio de santa Catalina, en el Monte Sinaí  -de ahí recibió su nombre el  manuscrito-. Al parecer los monjes ignoraban por completo su valor, ya que las cuarenta y tres hojas habían sido puestas en un cesto de papeles viejos donde Tischendorf las descubrió y rescató. Al regresar, en 1859, logró, aunque con mucha dificultad, persuadir a los monjes para que le dieran lo que había quedado del documento (ya que estaban enterados de su valor). En conjunto, esta copia del siglo IV d. C. incluía todo el Nuevo Testamento y la mayoría del Antiguo. El Códice Sinaítico, exceptuando las primeras cuarenta y tres hojas, está actualmente en el Museo Británico de Londres.

·        Códice Vaticano: Otro conocido documento es el Códice Vaticano, designado internacionalmente por el símbolo “B”,copia uncial del siglo IV; descubierto en la Biblioteca Vaticana y llevado a París, durante un tiempo, por Napoleón. Actualmente está en la Biblioteca Vaticana de Roma y contiene el Antiguo Testamento en griego (el más antiguo y mejor de los manuscritos de la septuaginia  -Biblia griega-) y el Nuevo Testamento hasta Hebreos 9,14. Éste y el Sinaítico son Códices hermanos, probablemente de origen egipcio que constituyen el mejor texto griego del que se dispone.

·        Códice Béza: Es una copia del siglo IV ó V que contiene textos incompletos de los cuatro Evangelios y de los Hechos y unos pocos versículos de I Juan; es designado por la letra “D”. Las páginas de la izquierda tienen un texto griego y las de la derecha el texto en latín. Lleva el nombre del reformador Béza, quien lo obsequió a la Universidad de Cambridge en 1581, después de haberlo adquirido en un monasterio de san Ireneo en Lyon en 1562. Contiene 406 hojas, pero sin duda originariamente contenía por lo menos cien más.

·        Códice Claromontano: Está escrito en griego y latín, conteniendo las Cartas Canónicas de Pablo, Hebreos inclusive, y se considera que es del siglo VI; denominándolo con la letra “D2”. Se dice que lo encontraron en el Monasterio de Clermont (Francia) y que lo adquirió Teodoro de Béza, aunque en la actualidad se conserva en la Biblioteca Nacional de París.

·        Códice Washingtoniano: Es un importante manuscrito que data del siglo IV ó V d.C. Charles L. Freer lo compró a un vendedor de el Cairo, Egipto, en 1906. El documento, que contiene los Evangelios en griego en el orden de Mateo, Juan, Lucas y Marcos (igual que el de Béza) está en el Museo de Arte Freer, el cual está relacionado con el Instituto Smithsoniano de Washington D.C.

·        Códice Alejandrino: Es un manuscrito del siglo V, que contiene el Antiguo y el Nuevo Testamento en griego, además de  libros extrabíblicos, como las Epístolas de Clemente. Se designa por la letra “A” y se cree que fue una obra de Thelka el Mártir y el libro fue obsequiado al rey Carlos I en 1627 por Cirilo Lucar, patriarca griego de Alejandría, de ahí su nombre. Se halla en el Museo Británico de Londres y fue uno de los primeros obsequios con los que se fundó el Museo.

·        Códice de san Efrén: Es un códice incompleto del Antiguo y del Nuevo Testamento en griego que procede del siglo V y se llama de san Efrén; siendo conocido por ser un palimpsesto (borrado, raspado y escrito de nuevo). En 1950, en el Monasterio de santa Catalina del Monte Sinaí, se descubrió un extraordinario palimpsesto que había sido usado cinco veces; pero en el caso del de san Efrén, el texto bíblico había sido borrado y encima se escribió un tratado de san Efrén  -de ahí su nombre-, pero se pudo recuperar la primera escritura y se vio que incluía sesenta y cuatro páginas del Antiguo Testamento y ciento cuarenta y cinco del Nuevo, procedentes de un original de doscientos treinta y ocho.

·        Códice Ephraemi Syri Rescriptus: Designado por la letra “C”, se cree que es del siglo V d. C. Es un manuscrito palimpsesto escrito en letras griegas unciales en vitela. El texto griego original se borró y sobre un buen número de páginas se escribieron discursos de Ephraem Syrus ( o el Sirio) en griego. Es probable que esto se hiciera en el siglo XII, cuando había escasez de vitela. Sin embargo, se pudo descifrar el texto original y aunque parece que el códice contuvo en un tiempo toda la Escritura en griego, en la actualidad sólo se han conservado 209 páginas.