Pero el
descubrimiento más famoso tuvo lugar el año 1947, cuando unos beduinos
penetraron, casualmente, en unas cuevas de Qumrán, lugar situado a docenas de
kilómetros de Jericó al oeste del Mar Muerto,
donde encontraron grandes vasijas que contenían en su interior rollos de
la Biblia Hebrea, cubiertos de betún y cuidadosamente envueltos en tela. Eran
manuscritos hebreos de todos los libros del Antiguo Testamento, a excepción de
Esther, textos que parece ser que pertenecían a una comunidad religiosa judía
asentada en los alrededores, y que pueden datarse entre el 150 a. C. y el 70
aproximadamente d. C. Entre los documentos más importantes está el rollo de
Isaías, escrito dos siglos antes de Cristo, que es prácticamente idéntico al
texto que nosotros poseíamos y que nos certificó lo que ya sabíamos: en mil años se puede decir que en el texto apenas se
había variado una coma.
También se han encontrado muchos documentos
del Nuevo Testamento que datan de principios del siglo II d.C. hasta el siglo
XVI; además de antiguas traducciones en varios idiomas, especialmente: latín,
siriaco y copto. Para no agotaros con un amplio número de documentos y sus
nombres, he escogido los más importantes manuscritos que datan del siglo II
a.C. al siglo V d. C.
·
Fragmento Rylands: Es el manuscrito neotestamentario más antiguo conocido hasta el
momento, ya que se remonta a los años 120-130 d. C., algunas decenas de años
después de la redacción del Evangelio de Juan, del que contiene 30 palabras en
griego procedentes del capítulo 18 de dicho Evangelio; demostrando, por ello, que el Evangelio no
pudo ser escrito en el año 150 d. C. como pretendían algunos racionalistas.
Procede de un códice, no de un rollo y lo sabemos porque está escrito en ambas
caras del papiro, fenómeno raro en el rollo. Los eruditos conocen el fragmento
por el símbolo P52. CH Roberts descubrió este fragmento de papiro de 6x9 cmts.
en una colección de la Biblioteca John Rylands, de ahí su nombre.
·
Papiros Bodmer:
Son de alrededor del 200 d. C. y se
publicaron en 1956, 1958 y 1962. El primero incluye los primeros trece
capítulos de Juan en griego, en una edición casi perfecta y fragmentos de los
restantes capítulos; se encuentra en la Biblioteca Bodmer, cerca de Ginebra. En
1961 se publicó otro documento Bodmer: Lucas 3,18 hasta Juan 15,8. Y es posible
que su origen se remonte al último cuarto de siglo II. Otros fragmentos Bodmer
incluyen Judas y 2 Pedro en griego (200 d.C.) y porciones de la Biblia, tanto
del Antiguo como del Nuevo Testamento, en griego y copto. El Papiro de Bodmer
nº 2 está muy cerca textualmente del Manuscrito Vaticano nº 1209.
·
Papiros Chester Beatty: Pertenecen al siglo III y fueron adquiridos en 1930
por Chester Beatty, pero fue sir Federico Kenyon quien los anunció al mundo en
el London Times el 17 de Noviembre de 1931. Incluyen porciones del Antiguo
Testamento y del Nuevo Testamento y su fecha es del tercer siglo d. C. Son once
códices de papiro, siete del Antiguo Testamento, tres del Nuevo Testamento y
una parte de I Enoc. En este grupo se hallan también las copias más antiguas de
las epístolas paulinas, con algunas lagunas (especialmente las pastorales; I y
II Timoteo y Tito). Es significativo, que la carta a los Hebreos esté incluida
en este códice antiguo, ya que a menudo se ha cuestionado que tuviera a Pablo
como su autor; por ello, el que esta carta inspirada se incluya en el P46, que
tan solo recoge cartas paulinas, indica que para el año 200 d. C. los
cristianos primitivos se la atribuían a él. Además, el hecho de que la carta a
los Efesios también se encuentre en este códice, pone en tela de juicio los
argumentos de quienes cuestionan la autoría de Pablo. También se encuentran
porciones de los cuatro Evangelios y Hechos de los Apóstoles, que datan de poco
después del 200 d. C. En la Biblioteca Chester Beatty de Dublin, está una parte
completa del Apocalipsis y en la Biblioteca de la Universidad Michigan Ann
Abor, las epístolas paulinas -a
excepción de treinta hojas-.
·
Códice Sinaítico: Es del siglo IV y en 1844, Constantino von Tischendorf descubrió
cuarenta y tres hojas de pergamino de este famoso Códice en el monasterio de
santa Catalina, en el Monte Sinaí -de
ahí recibió su nombre el manuscrito-. Al
parecer los monjes ignoraban por completo su valor, ya que las cuarenta y tres
hojas habían sido puestas en un cesto de papeles viejos donde Tischendorf las
descubrió y rescató. Al regresar, en 1859, logró, aunque con mucha dificultad,
persuadir a los monjes para que le dieran lo que había quedado del documento
(ya que estaban enterados de su valor). En conjunto, esta copia del siglo IV d.
C. incluía todo el Nuevo Testamento y la mayoría del Antiguo. El Códice
Sinaítico, exceptuando las primeras cuarenta y tres hojas, está actualmente en
el Museo Británico de Londres.
·
Códice Vaticano: Otro conocido documento es el Códice Vaticano, designado
internacionalmente por el símbolo “B”,copia uncial del siglo IV; descubierto en
la Biblioteca Vaticana y llevado a París, durante un tiempo, por Napoleón.
Actualmente está en la Biblioteca Vaticana de Roma y contiene el Antiguo
Testamento en griego (el más antiguo y mejor de los manuscritos de la
septuaginia -Biblia griega-) y el Nuevo
Testamento hasta Hebreos 9,14. Éste y el Sinaítico son Códices hermanos,
probablemente de origen egipcio que constituyen el mejor texto griego del que
se dispone.
·
Códice Béza:
Es una copia del siglo IV ó V que contiene textos incompletos de los cuatro
Evangelios y de los Hechos y unos pocos versículos de I Juan; es designado por
la letra “D”. Las páginas de la izquierda tienen un texto griego y las de la
derecha el texto en latín. Lleva el nombre del reformador Béza, quien lo
obsequió a la Universidad de Cambridge en 1581, después de haberlo adquirido en
un monasterio de san Ireneo en Lyon en 1562. Contiene 406 hojas, pero sin duda
originariamente contenía por lo menos cien más.
·
Códice Claromontano: Está escrito en griego y latín, conteniendo las Cartas Canónicas de
Pablo, Hebreos inclusive, y se considera que es del siglo VI; denominándolo con
la letra “D2”. Se dice que lo encontraron en el Monasterio de Clermont
(Francia) y que lo adquirió Teodoro de Béza, aunque en la actualidad se
conserva en la Biblioteca Nacional de París.
·
Códice Washingtoniano: Es un importante manuscrito que data del siglo IV ó V
d.C. Charles L. Freer lo compró a un vendedor de el Cairo, Egipto, en 1906. El
documento, que contiene los Evangelios en griego en el orden de Mateo, Juan,
Lucas y Marcos (igual que el de Béza) está en el Museo de Arte Freer, el cual
está relacionado con el Instituto Smithsoniano de Washington D.C.
·
Códice Alejandrino: Es un manuscrito del siglo V, que contiene el Antiguo y el Nuevo
Testamento en griego, además de libros
extrabíblicos, como las Epístolas de Clemente. Se designa por la letra “A” y se
cree que fue una obra de Thelka el Mártir y el libro fue obsequiado al rey
Carlos I en 1627 por Cirilo Lucar, patriarca griego de Alejandría, de ahí su
nombre. Se halla en el Museo Británico de Londres y fue uno de los primeros
obsequios con los que se fundó el Museo.
·
Códice de san Efrén: Es un códice incompleto del Antiguo y del Nuevo
Testamento en griego que procede del siglo V y se llama de san Efrén; siendo
conocido por ser un palimpsesto (borrado, raspado y escrito de nuevo). En 1950,
en el Monasterio de santa Catalina del Monte Sinaí, se descubrió un
extraordinario palimpsesto que había sido usado cinco veces; pero en el caso
del de san Efrén, el texto bíblico había sido borrado y encima se escribió un
tratado de san Efrén -de ahí su nombre-,
pero se pudo recuperar la primera escritura y se vio que incluía sesenta y
cuatro páginas del Antiguo Testamento y ciento cuarenta y cinco del Nuevo,
procedentes de un original de doscientos treinta y ocho.
·
Códice Ephraemi Syri Rescriptus: Designado por la letra “C”, se cree que es del siglo
V d. C. Es un manuscrito palimpsesto escrito en letras griegas unciales en
vitela. El texto griego original se borró y sobre un buen número de páginas se
escribieron discursos de Ephraem Syrus ( o el Sirio) en griego. Es probable que
esto se hiciera en el siglo XII, cuando había escasez de vitela. Sin embargo,
se pudo descifrar el texto original y aunque parece que el códice contuvo en un
tiempo toda la Escritura en griego, en la actualidad sólo se han conservado 209
páginas.