21 de junio de 2014

¡Segunda carta de san Pedro!



SEGUNDA CARTA DE SAN PEDRO:

 Esta segunda carta, atribuida al mismo apóstol, va dirigida a todos los cristianos, reflejando el carácter universal de la autoridad de pedro. El escrito refleja el esfuerzo de los primeros cristianos por vivir y comunicar fielmente la fe recibida por transmisión apostólica en un ambiente que constituía una continua amenaza para mantenerse fieles; por eso la esperanza en la segunda venida de Cristo, anima todo el escrito. Es el libro del Nuevo Testamento cuya autenticidad, y por ello su canonicidad, ha planteado mayores dificultades. Los primeros testimonios de su atribución a Pedro son del siglo III y proceden de la Iglesia Oriental: Orígenes cita 2P1,4 como palabras de san Pedro y también lo testimonian Firmiliano  -Obispo de Cesarea- en Capadocia (269).

   El Papiro Bodmer VIII (P72), muestra al menos que la carta fue copiada en Egipto en el siglo III, cuando también se tradujo al copto. En el siglo IV, Eusebio de Cesarea, coloca esta carta entre los escritos “discutidos” del Nuevo Testamento, es decir, los no admitidos por todos, aunque sí por la mayoría. San Atanasio, san Basilio, san Gregorio Nacianceno y Dídimo de Alejandría la utilizaron en sus obras; apareciendo en las listas magistrales más antiguas de los libros canónicos, como han sido: los Concilios de Hipona (393), Cartaginense III (397) y IV (419) y la carta del Papa Inocencio I (405). Al final, el Concilio de Trento la definió como canónica e inspirada.  La carta tiene una estructura bastante clara:

·        Saludo epistolar: (1,1-2) Semejante al de otros escritos del Nuevo Testamento.
·        Sección primera: (1,3-21) Es una llamada a mantenerse fieles a la doctrina recibida.
·        Sección segunda: (2,1-22) Es una larga diatriba contra los falsos doctores que llevan una vida pervertida y pretenden corromper a los demás.
·        Sección tercera: (3,1-16) Trata de la Parusía, refuta falsas opiniones y propone la verdadera enseñanza.
·        Epílogo: (3,17-18) termina con una exhortación a la perseverancia.
   En el encabezamiento de la carta el autor se presenta como “Simón Pedro, siervo y Apóstol de Jesucristo”; donde a lo largo del texto, que es como un testamento espiritual, se hacen además algunas alusiones a la vida de san Pedro, como que ha sido testigo ocular de la Transfiguración de Jesús. Sin embargo, el análisis interno presenta dificultades para atribuir la carta al príncipe de los Apóstoles; ya que el vocabulario y el estilo   -culto y algo barroco-  son notablemente distintos a los de la Primera Carta de san Pedro, presentando también numerosas semejanzas de estilo y contenido con la Carta de san Judas, que probablemente utiliza y desarrolla en su argumentación.

   Pero ninguna de estas teorías ha servido para solventar las dificultades en la explicación satisfactoria acerca del autor, fecha y destinatario; tal vez fue el propio san Pedro que, a través de un redactor, secretario o discípulo suyo  -inspirado por el Espíritu Santo-  quisiera transmitir las enseñanzas acordes con él. Ante todas estas dudas, la Tradición de la Iglesia la ha asociado a la figura del Apóstol. La carta va dirigida a cuantos “les ha tocado en suerte una fe tan preciosa como la nuestra” 2P1,1, es decir, a los cristianos en general; aunque los destinatarios inmediatos podrían ser comunidades cristianas de Asia Menor o Grecia, a los que quiere prevenir contra las enseñanzas de los falsos doctores. Las fechas de composición que se proponen van desde después del 60 hasta las primeras décadas del siglo II, siendo Roma el lugar más probable de redacción.

   Junto a la refutación de teorías erróneas sobre la segunda venida de Cristo, presentada por algunos falsos maestros y las consiguientes exhortaciones morales, merece destacarse la doctrina sobre la inspiración de las Escrituras (1,19-21) y la valoración de los escritos de san Pablo (3,15-16). Su enseñanza tiene gran importancia por contener algunos de los criterios que determinan la canonicidad de un libro inspirado; sobresaliendo en la carta la doctrina escatológica sobre la segunda venida del Cristo  -Parusía-. Ésta se producirá, ciertamente, pues así lo manifestó el señor y lo prueban las Escrituras; pero el tiempo se desconoce porque el tiempo es muy relativo frente a la eternidad de Dios.