27 de febrero de 2014

¡La riqueza de la diferencia!



Evangelio según San Marcos 9,38-40.



Juan le dijo a Jesús: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros".
Pero Jesús les dijo: "No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí.
Y el que no está contra nosotros, está con nosotros.


COMENTARIO:

  Este Evangelio de Marcos expone una situación que, desgraciadamente, se vive entre los cristianos con demasiada asiduidad. Por el Bautismo, todos hemos sido hechos uno con Cristo y elevados a la altísima dignidad de hijos de Dios. Pero vivir esa fe y cumplir con los preceptos divinos, se puede realizar desde diversas y diferentes espiritualidades; y todas ellas, si beben de la fuente de la Gracia, que es la Iglesia, son para nosotros camino de salvación.

  No es lo mismo ser del Norte, que ser del Sur. Tenemos caracteres distintos y diferentes formas de ver la vida; por eso es muy normal que nuestra forma de orar, de encarar los problemas y de expresar nuestras creencias, siendo las mismas, sea también totalmente personal y acorde con ello. Unos serán más intimistas y buscarán en la soledad y el recogimiento, ese trato con Dios que necesita del silencio. Otros, encontrarán al Señor en la alegría y el júbilo compartido con la comunidad, que les ayuda a gozar más plenamente de la presencia divina. Muchos, hallarán en el sufrimiento del hermano, la imagen de Cristo que les mueve a hacer de su vida, servicio. No es que cada uno de ellos alcance al Señor de una forma determinada, porque amar a Dios implica la intimidad, la alegría y el servicio; sino que su especial carisma, su forma más distintiva, es lo que les hace complementarios y plurales, en esta gran familia que es la Iglesia Santa.

  Si sois padres sabéis que no hay dos hijos iguales; y eso no quiere decir que uno sea mejor que otro, sino que en la diferencia está la riqueza de los múltiples puntos de vista, que dan más objetivad a las cuestiones. Bien es cierto que la Verdad es una: inmutable y eterna; pero no es lo mismo observar un objeto desde la perspectiva de delante que de detrás; ya que la realidad tiene múltiples facetas, dependiendo del lugar donde nos situemos para poder apreciarla. Por eso es tan importante descansar en el Magisterio de la Iglesia, que nos da –por inspiración divina- la justa medida de todas las cosas y la totalidad del conocimiento, que surge de la Palabra de Dios.

  No podemos ser tan poca cosa, que no admitamos la unidad en la desigualdad; cuando éste es el secreto que nos da el Señor, para que  reine la armonía en su Casa. Cómo nos recordará san Pablo, no hay un grupo de Cefas, ni otro de Pablo, y ni mucho menos el de Apolo, porque todos somos de Cristo y Cristo es de Dios. La Iglesia es Una, porque es el Cuerpo de Cristo, que no se puede dividir, aunque tenga diferentes miembros que cumplen –cada uno específicamente- con las necesidades requeridas para el buen funcionamiento de la totalidad.

  Es una vergüenza que hayan discordias entre todos los que participamos de la misma mesa y comulgamos del mismo Pan. Sólo el diablo tiene interés en destrozar lo que está protegido por el Espíritu Santo hasta el fin de los tiempos. Pero eso debe servirnos para comprender, cuando surjan de nuestros labios las críticas sobre la labor de nuestros hermanos, que son el fruto de la tentación que Satanás pone en nuestra alma para intentar frenar la expansión de la Iglesia en el mundo. Somos, y somos todos los que estamos; porque hemos recibido el mismo Bautismo y formamos parte del mismo Dios. Somos la riqueza, en la diferencia, de la Iglesia, por la Gracia de Nuestro Señor.