EVANGELIO DE SAN MARCOS:
La mayoría de los códices del Nuevo
Testamento recogen el evangelio según san Marcos en segundo lugar, después de
san Mateo. La tradición patrística también suele señalar que Marcos fue el
segundo en componer, aunque algún autor antiguo dice que primero se escribieron
los evangelios que contenían las genealogías, es decir, Mateo y Lucas. La misma
tradición, en cambio, es unánime al afirmar que el autor de este evangelio es
Marcos, “discípulo e intérprete de Pedro”, del que reprodujo con fidelidad su
predicación. El testimonio más antiguo que tenemos es el de Papías de
Hierápolos (siglo II) que dice así: “Marcos, que fue intérprete de Pedro, puso
cuidadosamente por escrito, aunque sin orden, lo que recordaba de lo que el
señor había dicho y hecho. Porque él ni había oído al Señor ni lo había
seguido, sino que siguió a Pedro más tarde; el cual impartía sus enseñanzas
según las necesidades, pero de suerte que Marcos en nada se equivocó al
escribir algunas cosas tal como las
recordaba”.
Estas afirmaciones son comunes a todos los
testimonios de la Iglesia antigua, desde la Galia, con Ireneo, hasta Egipto,
con Clemente de Alejandría. Además la relación de Pedro con Marcos se funda
también en los textos sagrados, ya que Pedro llama a Marcos, su hijo. Éste tuvo
también una estrecha relación con Pablo, sirviéndole de consuelo y de
colaborador para el Evangelio.
En
comparación con las sugerentes enseñanzas de otros evangelios, Marcos se
prestaba menos a ser comentado por los Padres de la Iglesia, en cambio ha sido
muy valorado en la época moderna, ya que por la cercanía a las fuentes y a la
espontaneidad del relato, permite descubrir en él, el encanto de la figura de Jesús, que tanto
atrajo a los Apóstoles y a las primeras generaciones cristianas. En el primer
versículo del evangelio de Marcos se afirma que Jesús es el Cristo, el Hijo de
Dios y después, a lo largo del relato, se entremezclan dos dimensiones de esta
realidad: la manifestación de Jesús como tal y el descubrimiento de este hecho
por parte de los discípulos. En este sentido, este evangelio tiene dos partes
claramente diferenciadas por la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo; ya que
hasta entonces Jesús con sus palabras y sus obras manifestaba su condición
mesiánica, pero ni los discípulos ni las gentes acertaban a descubrir su
identidad.
En
Cesarea de Filipo, Pedro le confiesa como Mesías, e inmediatamente después,
Jesús comienza a impartir una enseñanza particular a los discípulos en la que
les instruye sobre la manera en que deben entender su mesianismo: no como
liberador político, sino como Hijo del Hombre que debe sufrir las afrentas
profetizadas sobre el Siervo del Señor, hasta morir y después resucitar. Casi
al final del Evangelio, al pie de la Cruz, un gentil -el centurión romano- proclama que Jesús es el Hijo de Dios;
cumpliéndose así el reconocimiento por parte de los hombres de los dos títulos
que el evangelista había ya anunciado al comienzo de su escrito: Jesús es el
Cristo y es el Hijo de Dios. Como en los otros dos sinópticos, en los capítulos
que vienen tras la confesión de Pedro, se pueden distinguir dos partes: el
camino hacia Jerusalén y los sucesos en Jerusalén. Por ello la estructura
podría ser esta:
·
Presentación (1,1-13) Introduce a
Juan el Bautista como el precursor anunciado en el A.T. y a Jesús como el
Mesías y el Hijo de Dios.
·
Primera parte: Ministerio de Jesús en Galilea
(1,14-8,30) Jesús predica la urgencia de conversión para entrar en
el Reino de Dios. Su enseñanza y sus milagros despiertan la admiración de las
gentes, aunque también la oposición de escribas y fariseos. Co las parábolas
enseña a las muchedumbres que le escuchan y le siguen pero que no le entienden.
Pero en cambio, los discípulos que Él ha elegido son objeto de una enseñanza
privilegiada. Las obras de Jesús hacen que las gentes se pregunten quién es Él,
mientras que los demonios lo saben; pero Jesús quiere que le confiesen los
hombres, como hace Pedro al final de esta parte.
·
Segunda parte: Ministerio camino de Jerusalén
(8,31-10,52) Después de la confesión de Pedro, Jesús se dedica con
mayor intensidad a la formación de los discípulos mostrándoles la necesidad de
la Pasión para entrar en la Gloria. Los tres anuncios de la Pasión son como el
estribillo de esta parte del Evangelio. La enseñanza se completa con
instrucciones sobre las virtudes y actitudes que deben presidir la vida de los
discípulos: la oración, la humildad, la pobreza, etc.
·
Tercera parte: Ministerio en Jerusalén (11,1-16,20) Muchos detalles
cronológicos y topográficos jalonan la narración de la actividad de Jesús en
sus seis últimos días. Comienza con la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y
la purificación del Templo. Las autoridades judías que le acecharon casi desde
el inicio, entran ahora en controversia con Él y deciden su muerte. Jesús
afronta este destino, viendo en él el cumplimiento del designio de su Padre;
pero la muerte no es sino camino para la Resurrección. Con la entrada de Jesús
en la Gloria termina el Evangelio.
Ya hemos apuntado la unanimidad de la
Tradición acerca de Marcos como autor del segundo evangelio y acerca del origen
del libro: la petición que le hicieron al evangelista los cristianos de Roma
para que pusiera por escrito la predicación de Pedro. No se sabe con exactitud
el momento en que fue compuesto; si fue
antes o después del martirio de Pedro, pero sí que la fecha más probable de
redacción fue hacia el año 60 d.C. por la información que nos dan san Clemente y san Ireneo.
El
Nuevo Testamento ofrece diversas noticias sobre Marcos, ya que además de ser
colaborador de san Pedro y san Pablo, nos dice que era primo de Bernabé, e hijo
de María -una cristiana de la primera
hora, en cuya casa se reunían los cristianos de Jerusalén-. Tradiciones antiguas
afirman que, tras el martirio de Pedro, Marcos fundó la Iglesia de Alejandría
en Egipto, donde gozó de gran prestigio y murió mártir; y en el año 825 d.C.
sus reliquias fueron trasladadas a la ciudad de Venecia que le adoptó como
patrono erigiendo la monumental basílica a él dedicada.
El
examen interno del evangelio ha confirmado que el escritor gozaba de la
información de primera mano de un testigo de los acontecimientos que relata, ya
que narra más detalles anecdóticos que los otros sinópticos, y en ellos siempre
está presente Pedro. Explica costumbres judías o traduce expresiones arameas
utilizadas por Jesús, lo que hace suponer que sus destinatarios no conocen la
lengua ni las costumbres palestinas; utilizando muchos latinismos que se
entienden mejor si sus destinatarios son romanos.
San
Marcos tiene un estilo imperfecto, pero es un gran narrador que delata, en su
escrito, que el griego no es su lengua materna aunque se expresa con una gran
vivacidad, acudiendo al discurso directo en medio de su relato y a la
descripción pormenorizada de detalles y circunstancias que Mateo y Lucas narran
más sobriamente. Su narración, como he comentado, es tan viva que parece
oírse -entre sus líneas- la voz de un testigo ocular que una y otra
vez cuenta: “Entonces llegamos, vinimos, fuimos, etc.” y con esa detallada
descripción de la vida de Jesús y sus
discípulos, nos es fácil trasladarnos a las pequeñas ciudades de la ribera del
lago Genesaret; a sentir el bullicio de las gentes que siguen a Jesús; a contemplar
sus gestos…En una palabra, podemos asistir a la historia evangélica como si
participáramos en los episodios.
Marcos muestra que el evangelio está en
estrecho paralelismo con Cristo: Jesús les dice a sus discípulos que dar la
vida por el Evangelio es dar la vida por Él; ya que la Buena Nueva -Evangelio-
que ha llegado a los hombres, es Jesús que con sus obras nos ha
conseguido la salvación. Y a la vez se manifiesta su destino universal,
sugerido en el uso continuado de la palabra Galilea en la narración, porque es
el lugar donde Jesús comenzó y realizó la mayor parte de su ministerio, y
también el lugar donde se anuncia el nuevo comienzo tras la Resurrección. Esta
circunstancia no es gratuita, ya que Galilea era una encrucijada de culturas y
gentes, algo así como la Roma de Palestina; por eso, con su misión en esta
región, Jesús señala y san Marcos lo subraya, que aunque su ministerio terreno
lo realizó sólo en Israel, tiene como destinatario a todos los hombres.
También llama la atención, en este segundo
evangelio, el mandato de silencio por parte del Señor acerca de su
mesianismo -es lo que a veces se ha
llamado “el secreto mesiánico”- que
viene motivado por la pedagogía de Jesús que se va revelando progresivamente;
ya que no quiere confesiones precipitadas, sino que la convicción de que Él es
el Mesías y el Hijo de Dios, sean fruto de la luz que surge de su pasión en la
cruz y de su Resurrección, iluminando la enseñanza dada a sus discípulos para
que lo confiesen correctamente. El evangelio de Marcos, sin embargo, hace
hincapié en estas dos premisas: Jesús es el Mesías y Jesús es el Hijo de Dios.
·
Jesús es el Mesías: La primera frase del Evangelio lo proclama así y la confesión de esa
verdad le valió a Jesús la condena a muerte. Pero esta manifestación de su
mesianidad, siguió en Jesús -como hemos
comentado- una divina pedagogía para
poder evitar confusiones que lo situaran como libertador político y
nacionalista, frente a la dominación del Imperio Romano. Por eso Jesús prefirió
llamarse a Sí mismo, ante las multitudes, “el Hijo del Hombre” por su relación
con la profecía de Dn.7,13-14 que apuntaba a un valor religioso más
trascendente, huyendo de los sinónimos “Hijo de David” o “Mesías” que hubieran
podido dar lugar, en aquellas circunstancias, a entender la misión de Jesús
como un mesianismo predominantemente terreno. Por eso el Señor se fue
revelando, cada vez con más claridad, a sus discípulos como el Salvador que
redimiría a los hombres y les reconciliaría con Dios; no por medio del poder de
los ejércitos, sino por su sacrificio en el calvario.
·
Jesús es el Hijo de Dios: Puede decirse que la afirmación de que Jesús es el
Hijo de Dios, tal como san Marcos lo expresa en sus primeras palabras, es un
resumen de todo su evangelio y clave necesaria para entender lo que el lector
se va a encontrar después: si no creemos que Jesús es el Mesías y el Hijo de
Dios, no comprenderemos el resto del Evangelio. Sin embargo el evangelista, al
tiempo que confiesa la divinidad de Jesús, señala su verdadera humanidad;
evocando los sentimientos de Jesús como hombre que se indigna con los
hipócritas; se enfada con los Apóstoles; se entristece en Nazaret; abraza y
bendice a los niños y se angustia en Getsemaní. Pero ese Jesús, que es
verdadero hombre, tiene el poder de Dios y en dos ocasiones -en el Bautismo y en la Transfiguración- una voz del cielo lo declara Hijo de Dios.