27 de diciembre de 2013

El mensaje cristiano



Evangelio según San Mateo 10,17-22.


Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas.
A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos.
Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento,
porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.
El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir.
Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.

COMENTARIO:

  En este Evangelio de Mateo se recopilan un conjunto de advertencias y de instrucciones sobre el modo de llevar a cabo la propagación del mensaje cristiano, y de todos aquellos peligros y escollos que van a surgirnos mientras intentamos hacerlo. El Señor sigue una pedagogía muy distinta a la que usa este mundo; pues cualquiera que desee vendernos un producto sólo nos hablará de los beneficios y obviará las dificultades. Pero Jesús no quiere que tengamos dudas, antes de aceptar la tarea  que nos exige como hijos adoptivos de Dios. Quiere que cada uno de nosotros sea responsable de aquello a lo que se compromete, y de los medios que va a poder disfrutar para conseguirlo.

  No se refiere sólo a los Apóstoles, sino a todos los discípulos que en el empeño por desarrollar este cometido, se han involucrado con todas las consecuencias: las persecuciones y las contradicciones que Cristo padeció. Hoy mismo celebramos la muerte de san Esteban, que fue el primer mártir de las filas de la Iglesia primitiva. Él, cuando fue llevado prisionero frente a los miembros del Sanedrín, que le inculpaban, lleno de gracia y de poder, contestó a las acusaciones mediante una visión cristiana de la historia de la salvación. Llenó, con su voz y su valor, cada rincón del lugar que ocupaban aquellos israelitas que, por no tener argumentos, querían acabar con él. No flaqueó ni un minuto, porque el Espíritu Santo lo inundó con su Luz y le permitió contemplar, antes de morir, a Cristo de pie a la diestra de Dios.

  Jesús nos advierte que seremos rechazados, odiados , criticados, vilipendiados…porque a nadie le gusta que le enfrenten a su error; pero todo ello valdrá la pena, porque será por amor a su Nombre. Debemos volver los ojos a ese portal de Belén, para recordar que ese Niño que ahora contemplamos, desprendido de todo, se sujetará a un madero para ser en él crucificado. Y lo hará por nosotros, para que seamos capaces de recuperar aquello que perdimos: la Vida en Dios. Si eso lo interiorizamos y de verdad lo hacemos nuestro, hemos de estar preparados para devolverle al Señor lo que nos pide: Que no desfallezcamos, a pesar de las dificultades que puedan surgir; Que seamos sus testigos y transmitamos su mensaje; Que seamos cristianos coherentes en todos los lugares donde nos encontremos; Que soportemos las burlas de los que nos ridiculizan, porque son incapaces de sobrellevar en su tristeza, nuestra alegría; Que no permitamos que silencien nuestra voz que clama por un mundo más justo, donde la justicia de los hombres da paso a la caridad y al amor.

  El Maestro nos recuerda que, aunque a veces duela encontrarse como ovejas entre lobos, no debemos preocuparnos porque, si Dios lo permite, todo será para bien. Debemos ser, aunque nos duela, testimonio de la Verdad de Jesús ante los hombres; no porque seamos mejores que ellos, sino porque el Señor nos ha asegurado que siempre estaremos asistidos por el Espíritu Santo. Nuestro distintivo es la Cruz, y no podemos huir de ella si Jesús nos pide que la compartamos con Él.