14 de diciembre de 2013

Dios es, como es!



Evangelio según San Mateo 11,16-19.



¿Con quién puedo comparar a esta generación? Se parece a esos muchachos que, sentados en la plaza, gritan a los otros:
'¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!'.
Porque llegó Juan, que no come ni bebe, y ustedes dicen: '¡Ha perdido la cabeza!'.
Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: 'Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores'. Pero la Sabiduría ha quedado justificada por sus obras".


COMENTARIO:

  Este Evangelio de san Mateo, nos transmite unas palabras del Señor que son continuación necesaria del pasaje que vimos ayer. El Bautista y los discípulos que le seguían, han podido comprobar por las obras que realiza y que reafirman sus palabras, que Jesús es el Mesías prometido. Pero los jefes del pueblo judío: todos aquellos fariseos y saduceos que, obcecadamente, han cerrado su razón y su corazón a la luz de Dios, son incapaces de observar esta realidad y acusan a Jesús, tergiversando todas sus acciones.

  El Maestro les remite constantemente a sus actos, que dan testimonio de la realidad de su Persona. Los inquiere para que superen sus prejuicios y sean capaces de comprender que el amor del Padre es, justamente, inmenso. Que por conseguir que una oveja no se pierda, deja a las otras noventa y nueve a buen recaudo –en su Iglesia- y parte a buscarla. También lo hizo con ellos, con aquellos miembros del Sanedrín que no quisieron reconocerlo como su Pastor, y le dieron la espalda hasta llevarlo al madero y crucificarlo en él.

  Cristo les pide, casi con pasión, que analicen las obras que realiza y que atestiguan la verdad de su ser y su existir. Aprovechando para ello, como se desvela del texto, alguna canción popular de la época o algún juego que realizaban los niños entonces, para comparar la terquedad de aquellos muchachos que son mostrados, como en muchos textos bíblicos, no por su ingenuidad sino por su falta de juicio maduro. Y lo equipara el Maestro con la tozudez de aquellos hombres que se resisten a creer en Él, escudándose en un montón de sinrazones. Para ellos no era una cuestión de creer, sino de buscar continuas excusas para no tener que hacerlo: unos le trataban de comedor y bebedor, cuando un tiempo antes habían criticado a Juan por ser austero y comer y beber poco. No importaba lo que el Señor hiciera, ni dijera, ni enseñara…porque ellos decidieron cerrar sus oídos y oscurecer su mirada.

  No os penséis que hoy en día esto ha cambiado tanto; por eso las palabras del Señor son una advertencia para nuestra insensatez, que corre el riesgo de no darse cuenta de la plenitud de vida que Dios nos ha dado en Jesucristo. Debemos olvidarnos de actuar como aquellos niños testarudos que, por soberbia o comodidad, se hacen una religión a la carta y un Dios a su medida, extrayendo de su ignorancia una forma de vida totalmente eclética. Cristo vino a la tierra para constatar con su Palabra, la Verdad de la vida cristiana. Sufrió por nosotros muerte de Cruz; para que cada uno tenga, si quiere, la posibilidad de salvarse. No podemos excluir de la Escritura, que es donde se encierra el mensaje divino, lo que nos compromete y aquello a lo que no estamos dispuestos a renunciar. Porque, aunque nos duela, nuestro Dios nos exige, a cada uno de nosotros, correspondencia y coherencia de vida. No seamos como aquellos fariseos y saduceos, que no quisieron reconocer en la Humanidad Santísima de Cristo, la profunda inmensidad de Dios; porque no les cuadró en su planteamiento, el mensaje que el Señor les difundió.