2 de noviembre de 2013

Deseo unirme a todos vosotros, y que vosotros hagáis lo mismo conmigo, en la oración por nuestros difuntos. Pensar que a ellos se les acabó el tiempo de merecer y que, ninguno de nosotros, puede conocer la verdad que se escondía en el fondo de sus corazones. Por ello, sólo nos queda rezar para que, si desgraciadamente, había alguna falta de amor que no hubo tiempo de corregir, nuestras plegarias lleguen a Dios y ayuden a su paso a la Gloria celestial.
Estos días son momentos para recogerse y hacer penitencia; recordando la brevedad de la vida y el poco tiempo que tenemos para ofrecérselo al Señor. No dejéis que con fiestas paganas, el diablo nos haga olvidar el verdadero sentido de estas fechas que hemos tenido en el calendario cristiano. Son momentos para volver nuestra alma al Padre y cambiar todo aquello que nos separa de Él y que todavía, aunque no sabemos cuánto, tenemos tiempo de mejorar. No permitamos que nos impongan costumbres que terminan con nuestra identidad de Iglesia de Cristo, que tanto daño hace a Satanás; sino que propongamos nosotros al mundo la Verdad del Evangelio y la causa de nuestra esperanza, que hoy se hace patente en el recuerdo de los que han fallecido.