DANIEL:
Esta obra lleva por título “Libro de Daniel” en virtud
del protagonista de la historia que narra, y porque recoge las visiones que el
mismo Daniel contó o puso por escrito. No tenemos constancia de Daniel como
figura histórica, y de sus escritos, en las versiones griega y latina, se nos
ha transmitido una forma más amplia de la que se conserva en la Biblia hebrea;
en concreto contiene la Oración de Azarías y el Canto de los tres jóvenes en el
horno; la historia de Susana y las del
ídolo de Bel y del dragón, tenidos como dioses vivos por los babilónicos.
Judíos y protestantes consideraron apócrifos estos pasajes, no así la Iglesia
católica que definió su canonicidad en el Concilio de Trento y es por eso que
los católicos llamamos a esas partes del libro, a las que nos hemos referido,
partes deuterocanónicas de Daniel.
El libro de
Daniel contiene dos tipos de relatos: aquellos en los que un narrador cuenta
una historia sobre Daniel, y aquellos otros en los que el mismo Daniel narra o
escribe sus visiones; dividiéndose en tres partes:
- Primera parte: Historias de Daniel y sus compañeros en la Corte de Babilonia (1,1-6,29) El libro se abre con un capítulo que hace de introducción a toda la obra y en el que se cuenta cómo Daniel, uno de los judíos deportados a Babilonia y tres compañeros suyos entran al servicio del rey Nabucodonosor, a pesar de no participar de la comida de la mesa del rey, y cómo reciben de Dios una sabiduría extraordinaria -Daniel, en concreto, recibe la capacidad de interpretar sueños y visiones-. Los compañeros de Daniel, por no adorar una estatua de oro, erigida por el rey, son arrojados al horno de fuego, donde entonarán cantos de alabanza sin sufrir daño alguno, y por esa causa, el rey reconocerá al Dios de los judíos. Después, Daniel interpreta a Nabucodonosor otro sueño, el del árbol caído al suelo, cuyo significado se refiere al rey mismo y se cumple puntualmente, por lo que el rey reconoce y alaba al Dios altísimo. A continuación, en la corte del rey Baltasar, hijo y sucesor de Nabucodonosor, Daniel descifra las palabras que una mano misteriosa escribe en la pared y por ello es colmado de honores por el rey. Finalmente, cuando Darío, el Medo, --sucesor de Baltasar- piensa poner a Daniel al frente de todo el reino, sus ministros le urgen a promulgar una ley que Daniel no puede cumplir: no adorar a otro Dios que al mismo rey. Por ello Daniel es arrojado al foso de los leones pero sale ileso, por lo que también Darío reconoce al Dios de Israel.
- Segunda parte: Sueños y visiones de Daniel 87,1-12,13) Recoge cuatro visiones de Daniel. La primera es introducida brevemente por un narrador que la sitúa al año primero de Baltasar y dice que el mismo Daniel lo puso por escrito. Es la visión de las cuatro bestias que surgen del mar y la llegada de alguien, como hijo de hombre, a quien se le da el imperio; en la visión, Daniel recibe la interpretación: las bestias representan cuatro imperios y quien lo recibe al final son los santos del Altísimo. La segunda visión, narrada directamente por Daniel, también ocurre en el reinado de Baltasar. Este texto está en hebreo como al principio del libro y sigue así hasta el final de las visiones. Daniel ve un carnero que es atacado y vencido por un macho cabrío que tiene un cuerno que, al romperse, salen otros cuatro y luego uno pequeño (Antíoco IV) que se alza contra Dios. Daniel recibe la interpretación de Gabriel: Ese cuerno será destruido y llegará el final. La tercera visión que sigue narrando Daniel, sucede en tiempos de Darío el Medo y le viene cuando está investigando en los libros del profeta Jeremías cuánto duraría la prueba del destierro. Pidiendo perdón a Dios por los pecados del pueblo. Entonces Gabriel le explica cuándo van a cumplirse los setenta años de los que había hablado Jeremías: son setenta semanas de año y concluirán tras ser destruida la ciudad y el santuario, siendo introducida en el Templo la abominación de la desolación. La cuarta visión viene situada por el redactor del libro, el año tercero de Ciro el Persa. En ella Daniel cuenta que ve primero a un hombre vestido de lino que le explica lo que va a suceder en las guerras entre los reyes del Norte (Selúcidas) y los del Sur (los Lágidas) y cómo un hombre abominable (Antíoco IV) traerá la desgracia sobre la tierra santa; pero a éste le llegará su fin, que coincidirá con la venida de Miguel a salvar al pueblo de Dios y con la resurrección de los muertos.
- Tercera parte: Otras historias de Daniel (13,1-14,42) Estos capítulos sólo están presentes en las versiones griegas -y después en las latinas- donde contienen tres historias de Daniel, contadas por un narrador, en las que se nos muestra la actuación del profeta frente a la perversidad de los jueces judíos y la idolatría de los paganos. La primera es el juicio de Susana, que al no ceder a los deseos lujuriosos de dos ancianos jueces, es acusada de adulterio y condenada a muerte; pero Daniel la salva poniendo en evidencia la mentira de aquellos jueces. La historia segunda y tercera se sitúan en Babilonia, en tiempos de Ciro el Persa: Primero Daniel desenmascara el engaño de los sacerdotes de Bel, que hacían creer que el ídolo comía los alimentos que depositaban ante él; y después dio muerte a un dragón al que los babilonios consideraban un dios vivo. Ambos hechos suscitaron la ira de los babilonios y Daniel fue arrojado al foso de los leones, pero al paso de los días, el rey vio que el profeta estaba vivo y lo sacó del foso, alabando al Dios de Israel.
Según esta estructura
tripartita, la primera parte del libro presenta a Daniel como un judío fiel,
dotado por Dios de una sabiduría excepcional para interpretar sueños y visiones
que se cumplen de inmediato; en la segunda parte se presenta la revelación
recibida por Daniel acerca del final que todavía ha de cumplirse; y en la
tercera el desenmascaramiento de los proyectos ocultos y perversos de los
hombres, y el engaño de la idolatría, que seguirá dándose a lo largo de la
historia.
En la
redacción final del libro han sido recogidos materiales de diversas
procedencias y épocas; hecho que se deduce por la diversidad de formas de
narrar, por los distintos rasgos que caracterizan al protagonista y porque se
encuentran pasajes en tres lenguas (hebreo, arameo y griego). Con el nombre de
Daniel, que significa “Dios es mi juez” se designa a un personaje famoso por su
justicia y sabiduría que Ezequiel menciona junto a Jacob y Noé, citándolo como
sabio sin par; sin embargo no se le puede situar históricamente. Más bien
parece que se trata de una figura y un nombre legendarios que se toma como
argumento para componer historias y visiones de distintas épocas que,
finalmente llegan a ser integradas en una obra que recibe el nombre del libro
de Daniel.
La composición
de las historias sobre Daniel (Dn1-6) ambientadas en Babilonia y en la época
del destierro, reflejan la situación de los judíos en la diáspora oriental entre los siglos V-III a.C. En ellas
se encierra una exhortación a los judíos a mantenerse fieles a los principios
de su religión, y a adorar únicamente a su Dios, aún en medio de pruebas que
puedan conducirles a la muerte. Al mismo tiempo, en esos capítulos se ve
posible y recomendable la integración de los judíos en la sociedad pagana y la
colaboración con los reyes de otras naciones que puedan reconocer y adorar al
Dios de Israel. Aunque el libro de
Daniel no guarda un estricto rigor histórico, todo indica que lo que le
importaba al redactor final era mostrar cómo Dios asistía a Daniel y a sus
compañeros para tener éxito en aquellos reinados, de manera que los respectivos
reyes -babilónico, medo y persa- reconocieran al Dios de Israel.
El género
literario de las visiones pertenece al conocido como Apocalipsis, en cuanto que
contiene la revelación de algo secreto en los planes de Dios, y la victoria
definitiva de Dios sobre los poderes de este mundo en un futuro inmediato;
tales poderes serán destruidos y se impondrá el reinado de Dios. Dicho género,
viene a ser continuación del género
oracular empleado por los profetas, aunque tiene características propias, como
son:
- El empleo de la pseudoepigrafía: Es decir, poner como destinatario y mediador de la revelación a un personaje famoso del pasado -en el caso de este libro, Daniel-
- El volver la mirada al origen mismo de los males y presentar la historia de la forma esquemática mostrando el progreso del mal hasta los tiempos presentes: En el libro de Daniel la historia se remonta hasta el destierro, desde el que se van sucediendo cuatro imperios cada vez más degenerados
- El anuncio del final del mundo y de la historia, dominados por el mal, y la instauración de un reino de Dios en que participan los justos: Según la cuarta visión de Daniel los que ya han muerto participarán en ese reinado mediante la resurrección.
Las
composiciones en griego -las otras están
escritas en hebreo y arameo- reflejan
que han sido compuestas en una época posterior y podrían haber sido añadidas al
traducirse la obra en griego.
El mensaje del
libro de Daniel se percibe teniendo en cuenta la situación histórica en la que
fue redactado en su forma actual; ya que los desterrados habían vuelto a Judea,
y ésta estaba sometida a potencias extranjeras desde que sufriera la invasión
babilónica. El dominio de la zona había pasado de los persas a los griegos, y
los sucesores de Alejandro Magno fomentaban la helenización de sus territorios.
Judea, sometida primero a los Tolomeos de Egipto, a partir del año 198 pasó a
depender de los Selúcidas, que dominaban desde Siria. Antíoco IV decretó la
persecución contra la práctica de la religión judía. Causando numerosos
mártires.
El autor del
libro de Daniel ofrece una respuesta; por una parte recoge las historias de
Daniel que contienen una visión teológica, acerca del dominio de Dios sobre los
reyes de la tierra y acerca de lo que Dios otorga a los que son fieles. Por
otra, actualiza aquella enseñanza en las visiones que tiene Daniel, proyectando
a un futuro inmediato la realización del dominio universal de Dios a favor de
su pueblo; ofreciendo un motivo de esperanza para mantener la fidelidad del
pueblo.
Desde el punto
de vista cronológico, Daniel es el último libro profético del Antiguo
Testamento, y por tanto el más cercano al Nuevo. A la luz de éste podemos decir
que Daniel orienta directamente la esperanza del pueblo judío hacia Jesucristo,
y prepara los corazones para acogerlo como el Mesías que instaura
definitivamente el reino de Dios. En efecto, Jesús mismo se presenta bajo el título de Hijo del Hombre,
que Daniel había dado el mediador de la salvación, y proclama que con Él llega
el Reino de Dios prometido reiteradamente en el libro de Daniel. Por otro lado,
cuando Jesús habla del final de los tiempos, retoma los signos y las
expresiones utilizadas en el libro de Daniel, tales como la presencia de la
abominación de la desolación del Santuario.
En el Nuevo
Testamento, el libro del Apocalipsis se parece extraordinariamente al de
Daniel, en cuanto que también por medio de visiones, Juan recibe la revelación
de lo que va a suceder pronto, al final de los tiempos, con la instauración
plena del Reino de Dios, simbolizado en la Nueva Jerusalén que baja del Cielo.
Sólo a la luz del Evangelio y de la promesa de Jesús sobre su segunda venida se
comprende, en profundidad, el libro de Daniel y sus imágenes acerca del momento
del fin y de la acción y el juicio de Dios al término de la historia. Cristo
resucitado y sentado a la derecha del Padre, es el Hijo del Hombre al que se le
ha dado el poder y el imperio eternos. En la tradición cristiana el libro de
Daniel ha sido muy utilizado, como se puede constatar en la historia del arte,
por las numerosas representaciones del profeta, conservadas desde los tiempos
de la primitiva cristiandad y por el uso que se hace del libro en los escritos
de los Padres.