ECLESIÁSTICO:
Este libro, el último de los libros
sapienciales canónicos, fue escrito originariamente en hebreo y traducido, años
después, al griego. Como el anterior, no forma parte de la Biblia hebrea y en
los manuscritos griegos cristianos ha recibido el nombre de Sabiduría de Jesús,
hijo de Sirac, o de forma breve, Sabiduría de Sirac; aunque a partir del siglo
III se hizo frecuente llamarle Eclesiástico, quizás por el uso que se hacía de
él en la Iglesia para la instrucción de catecúmenos o neófitos. Con todo y con
eso también se le conoce como Sirácida, por su autor,Jesús Ben Sirac. El género
literario es el masal hebraico, que abarca tanto la máxima como el proverbio o
la parábola y es, formalmente, poesía en el sentido más amplio, por su ritmo y
su número silábico, con frases breves y enfáticas.
Una primera lectura del libro puede llevar a
pensar que se trata de una colección heterogénea de máximas y sentencias sin
orden, pero una observación atenta permite apreciar que tiene una estructura
bien elaborada, donde subyace un plan didáctico y literario cuya idea central
es que quien se aferra a la Ley alcanzará la sabiduría. De ahí que la propia
estructura del libro refleje el mismo esquema de la ley comprendida en cinco
partes, a semejanza de los cinco libros del Pentateuco. Cada una de las parte
comienza con una introducción doctrinal, de carácter sapiencial-teológico, con
reflexiones sobre la Sabiduría y su comunicación a los hombres. A continuación
se han añadido una colección de consejos en forma de máximas, proverbios, etc.
que vienen a constituir las enseñanzas y aplicaciones prácticas a la conducta
de quien desea vivir con arreglo a la Sabiduría divina comunicada a los
hombres. Esas cinco partes van precedidas por el prólogo del traductor al
griego y seguidas de dos epílogos, estructurándose de la siguiente forma:
·
I-Prólogo del traductor griego.
·
II-Dios tiene la plenitud de la sabiduría
(1,1-16,23) a/ Introducción: Origen divino de la Sabiduría
(1,1-2,23) b/ Enseñanzas prácticas: (3,1-16,23)
·
III- Dios infundió la Sabiduría en sus obras
(16,24-23,38) a/ Introducción: La Sabiduría
en la creación (16,24-18,14) b/ Enseñanzas
prácticas (18,15-23,38)
·
IV- Dios concede la Sabiduría a quien guarda los
mandamientos (24,1-32,17) a/Introducción:
Sabiduría y fidelidad a la Alianza (24,1-47)
b/
Enseñanzas prácticas (25,1-32,17)
·
V- La plenitud de la Sabiduría es el temor al Señor
(32,18-42,14) a/ Introducción: El temor del
Señor (32,18-33,18) b/
Enseñanzas prácticas (33,19-42,14)
·
VI- La elección de las generaciones pasadas
(42,15-50,31) a/Introducción: Dios,
Señor del mundo y de la historia (42,15-43,37)
b/Elogio d e los antepasados (44,1-50,31)
·
Epílogo (51,1-38) Himno de acción de gracias y poema
sobre la búsqueda de la Sabiduría (51,18-32)
Si recordáis,
a comienzos del siglo II a C. Palestina se encontraba bajo el poder sirio de
Antíoco III que promulgó varios decretos destinados a acelerar la
reconstrucción y repoblación de Jerusalén, concediendo privilegios a los
sacerdotes, escribas y miembros de la gerousía, o consejo de ancianos,
disponiendo lo necesario para el mantenimiento de la ciudad y el Templo. A pesar de ello, la ciudad santa fue
adquiriendo una fisonomía cada vez más parecida a la de las grandes ciudades
griegas que se vivía desde las campañas de Alejandro Magno por todo el Oriente
Medio.
En esta situación, las escuelas
tradicionales de Judá fueron acusando el impacto de la cultura helénica,
especialmente con la aparición de maestros que enseñaban a sus discípulos las
diversas concepciones filosóficas debatidas en el mundo cultural griego de entonces. No
obstante, el acercamiento al mundo helenista no supuso un menoscabo en la
observancia de la ley de Dios, la Thòra; por el contrario, ésta cobraba una
mayor importancia, como muestra de fidelidad al Dios de los padres y como
característica distintiva de la propia identidad del pueblo judío. Por su
parte, ante las nuevas influencias extranjeras, los sacerdotes en el Templo
hubieron de afrontar no pocas dificultades, para desempeñar dignamente sus
funciones; destacando, entre ellos, Simón II, que ejerció su oficio sacerdotal
entre el 219 y el 196 a. C. a quien se alaba al final del libro del
Eclesiástico.
En este contexto, en los años anteriores a
la persecución de Antíoco IV Epífanes, en los que empezaban a darse las
primeras manifestaciones de hostigamiento a los que se mantenían fieles a la
ley y cuando la presión helenística se hacía más fuerte, fue cuando se debió
escribir este libro como un llamamiento a la fidelidad a las tradiciones de
Israel. Entre sus líneas se observa la veneración de su autor por el culto del
Templo de Jerusalén, por la historia de Israel y por el sacerdocio, enlazando
con la tradición sapiencial de Proverbios.
Gracias a los datos que nos ofrece el
prólogo de esta obra, podemos situar con bastante precisión el tiempo y su
autor: “Jesús ben Sirac, hijo de Eleazar, de Jerusalén” y de su nieto, el
traductor griego de nombre desconocido que pasado el año 132 a. C. terminó la
obra. Su abuelo, un maestro de Jerusalén que amaba la Sabiduría, se dedicó a la
enseñanza de la Ley en un “bet-midrás”
-escuela para el estudio de los libros sagrados- que regentaba y cuya experiencia docente
plasmó en sus escritos, instruyendo a través de las máximas tradicionales, pero
desarrollando un poco más cada una de las ideas y realizando una agrupación
temática en unidades breves, concateneando unas con otras.
Toda esta Sabiduría se va trenzando con
llamadas a la fidelidad a la Alianza, que se concreta en el estudio y
cumplimiento de la Ley que Dios ha entregado a Israel. El Sirácida, enraizado
en la tradición sapiencial de Israel, trata de llegar, como Platón, a las
“cosas de máximo valor” ya que el autor hebreo, que trabaja cuanto puede con su
razón, es consciente de que las cosas más esenciales han de ser completadas a
la luz de la Sabiduría divina comunicada a los hombres; esto es, con la razón iluminada por la
Revelación, en un implícito adelanto de la posterior teología cristiana.
La
mayor aportación de Ben Sirac respecto a la tradición sapiencial anterior, está
en integrar aquella sabiduría adquirida desde la observación de la naturaleza y
la reflexión racional sobre la Sabiduría que Dios ha manifestado en la
creación, en la historia de Israel y sobre todo, en su Ley. La Sabiduría, por
excelencia, es la ley de Moisés, la Toràh, escrita en un libro; y sabio es
quien la conoce y sabe ponerla en práctica en todas las circunstancias,
aplicando el razonar humano. El libro está dividido en cinco partes con una
amplísima temática que voy a intentar resumir enumerando las cuestiones
principales:
1. –En primer
lugar, y como fondo del libro, la exhortación a buscar la Sabiduría divina
2. –Luego va
apareciendo el temor de Dios como principio y coronamiento de la verdadera
sabiduría
3. -El pecado y
la conversión a Dios
4. –La humildad
que ha de sentir la criatura humana
5. –La vida y
la muerte
6. –Las relaciones
entre los hombres: amigos, padres e hijos, esposo y esposa, hombres y mujeres,
gobernantes y súbditos, ricos y pobres
7. –La
veracidad y la mentira.
8. –El dominio
de la lengua
9. –El libre
albedrío, y otros.
10.
-Con todo hay tres poemas que merecen una especial
atención: la retribución divina; la importancia del culto y la providencia de
Dios a lo largo de la historia de Israel.
Ben
Sirac afronta el tema de la retribución del justo, afirmando que Dios retribuye
al justo a la hora de la muerte, sin precisar en que consiste esa retribución y
sin ser ajeno al problema del sufrimiento del justo y la realidad de la muerte,
que plantean los libros de Job y Qohélet. A su vez, el Sirácida, se interesa
por la Liturgia del Templo porque es un modelo para la relación del hombre con
Dios y sirve de guía a la vida moral. Culto y moral se relacionan entre sí,
como habían subrayado los profetas de Israel: no puede existir una verdadera
relación, de adoración y oración, con el Señor, sin el esfuerzo por una
conducta moral recta y justa. Otra de las aportaciones, es la atención prestada
a la Providencia de Dios, que otorga a su pueblo hombres fieles para guiar su
historia y ser puntos de referencia para los demás por su fidelidad a la
Alianza y a la Ley.
A modo de resumen, podemos señalar que hay
una enseñanza fundamental sobre la Sabiduría: por un lado es presentada en su
dimensión divina y universal; es decir, la Sabiduría está en Dios mismo quién
la ha infundido a los seres de la creación, la ha destinado a “toda carne” y la
ha comunicado a los que le aman. Por otro lado, el horizonte de la Sabiduría en
el libro, se ve limitado en beneficio del pueblo elegido, que es el
destinatario privilegiado de la Sabiduría entre los hombres; ofreciéndola a
todos a través de Israel.
En el
Nuevo Testamento hay innumerables evocaciones al libro de Ben Sirac; sobre todo
en las exhortaciones de las cartas de san Pablo y de Santiago. De la misma
manera, la personificación de la Sabiduría, permite profundizar en la
comprensión de Jesús como Sabiduría divina encarnada, presente en el prólogo
del Evangelio de san Juan, o en el himno de san Pablo a la primacía de Cristo
sobre toda la creación de la carta a los Colosenses. También en la carta de
Santiago hay numerosas expresiones que recuerdan las del libro del Eclesiástico,
entre las que destaca la exhortación a dominar la lengua, que evoca a Si
28,14SS. Los escritores eclesiásticos de los primeros siglos y los santos
Padres recurrieron en muchas ocasiones a los pasajes del Sirácida para apoyar
su predicación, sobre todo aquellos catequistas que se proponían educar a los
cristianos en la santa doctrina moral.