PROVERBIOS:
El libro de los Proverbios es una recopilación de
máximas de sabios en el que no se aprecia, a primera vista, un orden bien
definido; aunque se pueden distinguir
siete colecciones, de diverso origen y antigüedad, que han sido compuestos
recogiendo y estructurando diversas recopilaciones de proverbios más antiguos .
En su conjunto, el libro de Proverbios es un compendio de sabiduría humana
integrada en la fe del Señor, Dios de Israel. Se estructura de la siguiente
manera:
I-
Prólogo: Elección
entre sabiduría y necedad (1,1-9,18). Constituye una larga invitación a dejarse
educar. Está compuesto de 10 lecciones y en ellas se incluyen 3 poemas, que
exhortan a escuchar la instrucción y la búsqueda de la sabiduría, en contraste
con la “búsqueda de la mujer ajena” como símil del camino de los pecadores.
II-
Primera colección
de Proverbios de Salomón: (10,1-22,16) Larga serie de Proverbios breves.
III- Colección de Máximas de los Sabios (22,17-24,22):
Elenco de máximas de poca extensión. . La primera parte presenta gran similitud
con el libro egipcio de Armen-em-Opeh, y el resto es una recopilación
heterogénea de sentencias.
IV-
Apéndice a las
máximas de los sabios (24,23-34) Breve colección de máximas análogas a las
anteriores, precedidas por el encabezamiento: “También éstas pertenecen a los
sabios”
V-
Segunda colección
de Proverbios de Salomón: (25,1-29,27). Se inician con la indicación:”También
estos son proverbios de Salomón que copiaron los hombres de Ezequías, rey de
Judá” y ofrece muchos materiales al menos tan antiguos como los de la primera
colección.
VI-
Dichos de Agur
(30,1-14): Tienen el encabezamiento “Palabra de Agur, hijo de Yaqué, de Massá”
Los primeros recuerdan el estilo y la temática del libro de Job, y tras ellos
sigue un poema a modo de oración y algunas recomendaciones.
VII- Proverbios numéricos (30,15-33) No llevan título ni
indicación alguna acerca de a quién se
le atribuyen y tienen en común el utilizar reglas numéricas para favorecer la
memorización.
VIII- Dichos de Lemuel (31,1-9) Consejos de una madre a su
hijo, precedidos del título: “Palabras de Lemuel, rey de Masá, que le enseñó su
madre”.
IX-
Epílogo: Canto de
la mujer perfecta (31,10-31) Hermoso poema acróstico (La primera vocal de cada
uno de sus versos sigue el orden del
alfabeto hebreo desde el principio hasta el final) acerca de las cualidades que
adornan a la que se considera mujer ideal en el ámbito de una familia rural del
antiguo Israel.
Como hemos referido
anteriormente, la tradición sapiencial de Israel tiene manifestaciones análogas
a las habituales en otras regiones del Antiguo Oriente Medio: unas de
procedencia egipcia; otras de Babilonia, Mesopotamia o de Ugarit. Por eso el
origen de las colecciones de refranes y sentencias del libro de Proverbios no
está claro. Por una parte parece probable que muchos de ellos procedieran del
ámbito familiar, que era el entorno donde se adquirían las primeras
instrucciones necesarias para desenvolverse en la vida; otros, eran fruto de la
experiencia: de la observación de la realidad y de una profunda reflexión sobre
ella. Y muchos aforismos parece que tuvieron su origen y fueron recopilados en
un ámbito escolar, ya que en Israel, lo mismo que en otras regiones vecinas, la
instauración de la monarquía hizo surgir la necesidad de preparar un cuerpo de
funcionarios competentes; y así en las escuelas, un grupo diverso de jóvenes
recibieron durante varios años la preparación adecuada para formar parte de la
clase dirigente del país. Algunas referencias en los libros de los Reyes así
parecen confirmarlo.
Los métodos de
enseñanza debían ser parecidos a los que se empleaban en otros países y estaban
basados en la repetición oral de frases para grabarlas en la memoria, sin que
faltasen los castigos corporales como apoyo en la instrucción. A ellos se alude
en el libro de Proverbios: “Aplica tu corazón a la instrucción, y tu oído a las
palabras sabias. No prives al muchacho de instrucción; aunque le pegues con
vara no va a morir”.
Así pues, parece probable que muchas máximas
de sabiduría se originaran en un ambiente popular donde, después, personas
instruidas en el entorno escolar o individuos que cultivaron la educación de
los demás, llevaron a cabo su recopilación literaria. De la misma manera,
asumieron reflexiones de otros pueblos que, por distintos caminos, se hicieron
comunes en aquella área cultural y fueron conocidos por los sabios de Israel. También
ocurrió que, a medida que se fue desarrollando su sabiduría, la misma Ley de
Dios pasó a formar parte privilegiada de
la Sabiduría del pueblo elegido, configurando una rica tradición sapiencial que
los maestros transmitieron a las nuevas generaciones.
La tradición
de Israel atribuía a Salomón una sabiduría extraordinaria; que se había
plasmado en 3.000 comparaciones y proverbios; esa creencia quedó reflejada en
este libro donde se recogen, como hemos visto, varias colecciones atribuidas al
rey sabio. Por eso es probable, que el núcleo original del libro fuera una
recopilación de proverbios, bien en forma oral o escrita, que se completó más
tarde (700 a C.) con la colección de los proverbios de Salomón que copiaron los
hombres de Ezequías, rey de Judá, y que quizá estuvieran destinados a la
instrucción de los jóvenes de la corte de Jerusalén. Más adelante se fueron
añadiendo las demás colecciones de distintas procedencias, hasta que el
redactor final le dio la forma actual.
Aunque cada una de las colecciones de
Proverbios tienen rasgos característicos, todos presentan un trasfondo común:
saber expresar sintéticamente la experiencia humana, fruto de la observación de
la naturaleza y de las relaciones entre los seres humanos. El sabio no crea ni
inventa sus consejos, sino que los descubre como reglas de funcionamiento que
el Señor ha dejado impresas en la creación del mundo y del hombre, y que
proporcionan la clave para llevar una vida feliz y de provecho. Por eso, sus
consejos se convierten en una interpretación profundamente religiosa del mundo
y de la sociedad. El fundamento del libro de Proverbios es una enseñanza en una
sólida fe en el Dios de Israel, que ha hecho todas las cosas, es providente y
retribuye a cada cual según sus obras. Por eso sólo encuentra la verdadera
sabiduría quien teme al Señor, acertando en la orientación de su vida de
acuerdo con el orden fijado por Dios en la creación; ya que participar de ese
orden, es lo que proporciona la verdadera felicidad. Esa felicidad que discurre
entre las actividades ordinarias de la vida humana, moviéndose en el ámbito de
la familia, el trabajo, la justicia, la generosidad, las relaciones personales
y el comercio.
Proverbios nos
recuerda que el conocimiento del hombre es un camino que no tiene descanso, y
que dicho camino no se puede recorrer con el orgullo del que piensa que todo es
fruto de una conquista personal; ya que la razón debe reconocer, a la vez, su
trascendencia soberana fundada en el “temor de Dios”, que con su amor providente
gobierna el mundo. Cuando el hombre se aleja de esas premisas se expone al
fracaso y a la situación del necio; porque se engaña pensando que sabe muchas
cosas cuando en realidad no es capaz de fijar su mirada en lo esencial.
El capítulo
octavo del libro de Proverbios ha reclamado, a lo largo de los siglos, una
atención especial porque en él la Sabiduría es descrita casi con rasgos
personales. Ahí, la propia Sabiduría toma la palabra y reclama la atención de
los hombres, para expresar a continuación su relación con Dios: se presenta
hablando como una Persona formada desde la eternidad, que asistió al Señor en
la creación del mundo. Es esta una personificación literaria que ha tenido gran
trascendencia en el desarrollo posterior de la Revelación; ya que constituye
uno de los primeros textos en los que se prepara la manifestación del misterio
de las Personas Divinas. En el Nuevo testamento esa sabiduría se aplica a
Jesucristo, al que se designa como la Sabiduría de Dios que participa en la
creación, conservación del mundo y de su pueblo. En el Evangelio de san Juan,
es de manera especial, donde se atribuyen los rasgos de la sabiduría creadora al Verbo de Dios hecho carne, identificándolo con la Sabiduría de Dios y
poniendo los pilares para la doctrina trinitaria.
Es el propio Jesús el que muchas veces,
durante su predicación, utilizará procedimientos análogos a los empleados en
Proverbios; y es por ello que dicho
libro alcanzó su culminación en la doctrina de Jesucristo. La tradición
cristiana también ha asumido en la educación de las virtudes la enseñanza que
se encierra en el libro de Proverbios.