3 de julio de 2013

¡Viene Proverbios!



PROVERBIOS: 


El libro de los Proverbios es una recopilación de máximas de sabios en el que no se aprecia, a primera vista, un orden bien definido; aunque se pueden  distinguir siete colecciones, de diverso origen y antigüedad, que han sido compuestos recogiendo y estructurando diversas recopilaciones de proverbios más antiguos . En su conjunto, el libro de Proverbios es un compendio de sabiduría humana integrada en la fe del Señor, Dios de Israel. Se estructura de la siguiente manera:

I-           Prólogo: Elección entre sabiduría y necedad (1,1-9,18). Constituye una larga invitación a dejarse educar. Está compuesto de 10 lecciones y en ellas se incluyen 3 poemas, que exhortan a escuchar la instrucción y la búsqueda de la sabiduría, en contraste con la “búsqueda de la mujer ajena” como símil del camino de los pecadores.
II-         Primera colección de Proverbios de Salomón: (10,1-22,16) Larga serie de Proverbios breves.
III-       Colección de Máximas de los Sabios (22,17-24,22): Elenco de máximas de poca extensión. . La primera parte presenta gran similitud con el libro egipcio de Armen-em-Opeh, y el resto es una recopilación heterogénea de sentencias.
IV-        Apéndice a las máximas de los sabios (24,23-34) Breve colección de máximas análogas a las anteriores, precedidas por el encabezamiento: “También éstas pertenecen a los sabios”
V-          Segunda colección de Proverbios de Salomón: (25,1-29,27). Se inician con la indicación:”También estos son proverbios de Salomón que copiaron los hombres de Ezequías, rey de Judá” y ofrece muchos materiales al menos tan antiguos como los de la primera colección.
VI-        Dichos de Agur (30,1-14): Tienen el encabezamiento “Palabra de Agur, hijo de Yaqué, de Massá” Los primeros recuerdan el estilo y la temática del libro de Job, y tras ellos sigue un poema a modo de oración y algunas recomendaciones.
VII-      Proverbios numéricos (30,15-33) No llevan título ni indicación alguna acerca de a quién se le atribuyen y tienen en común el utilizar reglas numéricas para favorecer la memorización.
VIII-   Dichos de Lemuel (31,1-9) Consejos de una madre a su hijo, precedidos del título: “Palabras de Lemuel, rey de Masá, que le enseñó su madre”.
IX-        Epílogo: Canto de la mujer perfecta (31,10-31) Hermoso poema acróstico (La primera vocal de cada uno de sus versos sigue  el orden del alfabeto hebreo desde el principio hasta el final) acerca de las cualidades que adornan a la que se considera mujer ideal en el ámbito de una familia rural del antiguo Israel.


   Como hemos referido anteriormente, la tradición sapiencial de Israel tiene manifestaciones análogas a las habituales en otras regiones del Antiguo Oriente Medio: unas de procedencia egipcia; otras de Babilonia, Mesopotamia o de Ugarit. Por eso el origen de las colecciones de refranes y sentencias del libro de Proverbios no está claro. Por una parte parece probable que muchos de ellos procedieran del ámbito familiar, que era el entorno donde se adquirían las primeras instrucciones necesarias para desenvolverse en la vida; otros, eran fruto de la experiencia: de la observación de la realidad y de una profunda reflexión sobre ella. Y muchos aforismos parece que tuvieron su origen y fueron recopilados en un ámbito escolar, ya que en Israel, lo mismo que en otras regiones vecinas, la instauración de la monarquía hizo surgir la necesidad de preparar un cuerpo de funcionarios competentes; y así en las escuelas, un grupo diverso de jóvenes recibieron durante varios años la preparación adecuada para formar parte de la clase dirigente del país. Algunas referencias en los libros de los Reyes así parecen confirmarlo.


   Los métodos de enseñanza debían ser parecidos a los que se empleaban en otros países y estaban basados en la repetición oral de frases para grabarlas en la memoria, sin que faltasen los castigos corporales como apoyo en la instrucción. A ellos se alude en el libro de Proverbios: “Aplica tu corazón a la instrucción, y tu oído a las palabras sabias. No prives al muchacho de instrucción; aunque le pegues con vara no va a morir”.


   Así pues, parece probable que muchas máximas de sabiduría se originaran en un ambiente popular donde, después, personas instruidas en el entorno escolar o individuos que cultivaron la educación de los demás, llevaron a cabo su recopilación literaria. De la misma manera, asumieron reflexiones de otros pueblos que, por distintos caminos, se hicieron comunes en aquella área cultural y fueron conocidos por los sabios de Israel. También ocurrió que, a medida que se fue desarrollando su sabiduría, la misma Ley de Dios pasó a formar parte  privilegiada de la Sabiduría del pueblo elegido, configurando una rica tradición sapiencial que los maestros transmitieron a las nuevas generaciones.


   La tradición de Israel atribuía a Salomón una sabiduría extraordinaria; que se había plasmado en 3.000 comparaciones y proverbios; esa creencia quedó reflejada en este libro donde se recogen, como hemos visto, varias colecciones atribuidas al rey sabio. Por eso es probable, que el núcleo original del libro fuera una recopilación de proverbios, bien en forma oral o escrita, que se completó más tarde (700 a C.) con la colección de los proverbios de Salomón que copiaron los hombres de Ezequías, rey de Judá, y que quizá estuvieran destinados a la instrucción de los jóvenes de la corte de Jerusalén. Más adelante se fueron añadiendo las demás colecciones de distintas procedencias, hasta que el redactor final le dio la forma actual.


   Aunque cada una de las colecciones de Proverbios tienen rasgos característicos, todos presentan un trasfondo común: saber expresar sintéticamente la experiencia humana, fruto de la observación de la naturaleza y de las relaciones entre los seres humanos. El sabio no crea ni inventa sus consejos, sino que los descubre como reglas de funcionamiento que el Señor ha dejado impresas en la creación del mundo y del hombre, y que proporcionan la clave para llevar una vida feliz y de provecho. Por eso, sus consejos se convierten en una interpretación profundamente religiosa del mundo y de la sociedad. El fundamento del libro de Proverbios es una enseñanza en una sólida fe en el Dios de Israel, que ha hecho todas las cosas, es providente y retribuye a cada cual según sus obras. Por eso sólo encuentra la verdadera sabiduría quien teme al Señor, acertando en la orientación de su vida de acuerdo con el orden fijado por Dios en la creación; ya que participar de ese orden, es lo que proporciona la verdadera felicidad. Esa felicidad que discurre entre las actividades ordinarias de la vida humana, moviéndose en el ámbito de la familia, el trabajo, la justicia, la generosidad, las relaciones personales y el comercio.


   Proverbios nos recuerda que el conocimiento del hombre es un camino que no tiene descanso, y que dicho camino no se puede recorrer con el orgullo del que piensa que todo es fruto de una conquista personal; ya que la razón debe reconocer, a la vez, su trascendencia soberana fundada en el “temor de Dios”, que con su amor providente gobierna el mundo. Cuando el hombre se aleja de esas premisas se expone al fracaso y a la situación del necio; porque se engaña pensando que sabe muchas cosas cuando en realidad no es capaz de fijar su mirada en lo esencial.


   El capítulo octavo del libro de Proverbios ha reclamado, a lo largo de los siglos, una atención especial porque en él la Sabiduría es descrita casi con rasgos personales. Ahí, la propia Sabiduría toma la palabra y reclama la atención de los hombres, para expresar a continuación su relación con Dios: se presenta hablando como una Persona formada desde la eternidad, que asistió al Señor en la creación del mundo. Es esta una personificación literaria que ha tenido gran trascendencia en el desarrollo posterior de la Revelación; ya que constituye uno de los primeros textos en los que se prepara la manifestación del misterio de las Personas Divinas. En el Nuevo testamento esa sabiduría se aplica a Jesucristo, al que se designa como la Sabiduría de Dios que participa en la creación, conservación del mundo y de su pueblo. En el Evangelio de san Juan, es de manera especial, donde se atribuyen los rasgos de  la sabiduría creadora al Verbo de Dios hecho carne,  identificándolo con la Sabiduría de Dios y poniendo los pilares para la doctrina trinitaria.
 

   Es el propio Jesús el que muchas veces, durante su predicación, utilizará procedimientos análogos a los empleados en Proverbios;  y es por ello que dicho libro alcanzó su culminación en la doctrina de Jesucristo. La tradición cristiana también ha asumido en la educación de las virtudes la enseñanza que se encierra en el libro de Proverbios.