28 de julio de 2013

¡El don de lenguas!



Evangelio según San Mateo 13,24-30.


Y les propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo;
pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue.
Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña.
Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: 'Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?'.
El les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los peones replicaron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?'.
'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo.
Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'".



COMENTARIO:

  En este Evangelio de Mateo, observamos como Jesús continúa sus enseñanzas a través de diversas parábolas. Como podemos contemplar, este recurso pedagógico tiene diversas formas, y es en estos versículos donde encontramos todo tipo de ejemplos: desde una frase hasta una alegoría muy bien desarrollada. Muchas veces el Señor le da un tono paradójico que le sirve para fijar la atención y excitar la curiosidad de los que le escuchan, como reclamo a la imaginación que sirve para profundizar en el mensaje expresado.


  Cristo se vale de todos los medios humanos a su alcance para revelar a los hombres el misterio oculto del Reino y llevarlos a la salvación, respondiendo los discípulos con un verdadero interés que reclama, por su parte, intentar llegar al pleno conocimiento de la Revelación. Así nosotros, si somos testigos de la fe, hemos de pedir al Espíritu Santo ese “don de lenguas” que nos permita, permaneciendo fieles al mensaje, saber expresarlo de formas  distintas y adecuadas; preocupándonos, como el Maestro, en hacerlo de la manera más inteligible y amena posible –con anécdotas y ejemplos- para que pueda llegar a todos aquellos hermanos que Dios ha puesto a nuestro lado. Pero también, como oyentes de la Palabra, hemos de intentar profundizar en su sentido para, de la mano de la razón, alcanzar su máximo conocimiento. Ni con toda una vida lograríamos apreciar una brizna de las maravillas de Dios; por eso, perder nuestro tiempo en tonterías restándoselo al que podemos pasar junto al Señor –en nuestra vida ordinaria- es no haber entendido nada de la intimidad divina.


  La parábola de la cizaña completa, si os fijáis, a la que vimos ayer del sembrador; aunque en un sentido distinto. Jesús nos avisa de que cuando se siembra la Palabra, el diablo siembra a la vez sus asechanzas, sus dudas, sus medias mentiras…que obtienen fruto en aquellos hombres que le prestan atención. Ha sido siempre así, y seguirá pasando en la vida de la Iglesia, ya que es inevitable que los hijos de Dios convivan con los hijos del Maligno: el mal y el bien han coexistido a lo largo de la historia, porque ambos son las dos caras de una misma moneda: la existencia humana.


  El hombre acepta a Dios o lo rechaza, pero al hacer esto último se erige en su propio dueño, sin darse cuenta de que en ese momento se ha hecho esclavo de sí mismo; atando su alma a aquel que no suelta sus presas, porque no entiende ni respeta la libertad humana. Pero la enseñanza del Señor versa también sobre la paciencia; porque a pesar de que el mal en el mundo es un hecho palpable y causa de todas las injusticias y desgracias, no es fácil distinguir entre el trigo y la cizaña. Eso ocurrirá en el momento en el que el Hijo del Hombre  triunfe y recoja los frutos, dando a cada uno su merecido. Por eso, esa es una invitación a la esperanza; ya que, a pesar de que el mal nunca se presenta como tal –sino nadie lo aceptaría-  el bien, que no hace ruido, se extenderá como las ondas del agua que se expanden ante la piedra lanzada por nuestro ejemplo, el de todos, de fidelidad a la Palabra de Dios.