29 de mayo de 2013

¡la Biblia sigue!



CRÓNICAS:

Los libros de Crónicas recogen la historia del pueblo de Israel, desde Adán hasta la cautividad en Babilonia. Su contenido se centra en los episodios relacionados con la edificación del Templo de Jerusalén, y la organización del culto que se ofrecía allí.

Pasaremos a enumerar las siguientes partes:

I-                Genealogías anteriores a la monarquía (ICro1,1-9,44) se resume la historia de la humanidad desde Adán hasta Saúl, mediante genealogías.
II-           El reinado de David (ICro10,1-29,30) Comienza con la muerte de Saúl. Se centra en la figura de David y se detiene en los preparativos para la construcción del Templo.
III-       Reinado de Salomón (2Cro1,1-9,31) Se le describe lleno de sabiduría y riqueza y se narra la edificación del Templo.
IV-          Los Reyes de Judá (2Cro10,1-35,27) Sin detenerse en los reinos del Norte, pasa revista a los reyes de Judá.
V-              Final del Reino de Judá (2Cro36,1-1-23) Da noticia del final del Reino, del Edicto de Ciro y de la restauración del Templo.

   1 y 2 Crónicas recogen datos de otros escritores más antiguos y los complementa con tradiciones orales. Sus fuentes fueron escritos sagrados, apoyados en datos de Génesis, Éxodo, Números…etc. También recopiló información de fuentes oficiales, como el Libro de los Reyes de Israel y Judá o el libro de los Reyes de Israel, entre otros; así como de todas aquellas fuentes escritas, sobre todo de personajes y profetas conocidos, que se acompañaban de las tradiciones orales que recopilaban recuerdos conservados en Judá, y transmitidos por los repatriados que regresaban del destierro. Con todos estos materiales, el autor quiso redactar en Jerusalén, una historia   orientada a transmitir una enseñanza religiosa acomodada a la época de sus lectores inmediatos; sobresaliendo la figura de David, que desempeña en estos libros un papel análogo a Moisés en el Pentateuco. Podemos hablar de una sacralización de la historia donde se presenta al Rey David como el prototipo ideal de monarca que ha convertido Jerusalén en una ciudad santa a la vez que ha dado a Israel todas sus instituciones cultuales, en plena coherencia con la Ley.

   La fidelidad a la Ley no es algo opresivo, sino que llena el corazón de gozo interior y profundo, y además, es fuente de esperanza; porque las instituciones políticas podrán desaparecer, pero las religiosas permanecerán siempre. En la redacción de estos libros se insiste, una y otra vez, en la presencia de Dios en medio de su Pueblo y en la ciudad Santa, porque Dios siempre está con los suyos, sobre todo en los momentos difíciles, como por ejemplo en el asedio que sufrió Jerusalén durante el reinado de Ezequías.

   Otro aspecto es la retribución personal: Dios premia siempre al que obra bien y castiga al que obra mal; recordando que el destierro es una fase histórica a la que sucederá una nueva etapa, donde el pueblo gozará de la misma protección que tuvo durante el reinado de David. Es decir, que la enseñanza del cronista, aunque no es perfecta, está cargada de esperanza.

   En 1 y 2 Crónicas se prepara la Revelación del Nuevo Testamento, según la cual Dios se ha hecho verdaderamente presente en medio de su pueblo y de toda la humanidad, mediante la encarnación de su Hijo Jesucristo. Jesús es así el nuevo David, que ofrece en sí mismo el verdadero lugar del encuentro con Dios, no sólo a los judíos, sino a todos los hombres.


ESDRAS Y NEHEMÍAS:  

Ambos libros están relacionados entre sí y tienen una gran semejanza de estilo con los libros de las Crónicas. Antiguamente se presentaban unidos, pero posteriormente los comentaristas cristianos los dividieron en dos, de acuerdo con su contenido. Estos libros se ocupan sólo de los episodios más sobresalientes que tuvieron lugar en la reconstrucción religiosa y civil de Judá, durante el tiempo en que ésta formó parte del imperio persa.

Se distinguen tres partes:
I-                Reconstrucción  del Templo (Esd.1,1-6,22)
II-           Misión de Esdras: instauración de la Ley (Esd.1,1-6,22)
III-       Misión de Nehemías: reconstrucción de la ciudad  (Ne1,1-13,31)

  De todos los datos que muestran los libros de Esdras y Nehemías se deduce, que el redactor del libro ha unido unas memorias ya existentes de Esdras y otras de Nehemías, escritas en primera persona, recogiendo a la vez datos de otras fuentes  -como la correspondencia en arameo con los reyes persas o las listas de los repatriados-  presentando los hechos con un orden que refleja más intereses doctrinales que cronológicos. En realidad, hoy se considera como lo más probable, desde el punto de vista histórico, que Nehemías realizase misiones en  Jerusalén entre los años 445 y 424 a. C. y que Esdras llegase allí en el 398 a. C.

   Nehemías habría restaurado la muralla de Jerusalén, organizado social y económicamente Judea, y fortalecido la identidad y unidad de los repatriados, mediante la renovación del pacto con Dios al estilo del Deuteronomio; urgiendo, a la celebración del Sábado y prohibiendo algunos matrimonios mixtos. Esdras, en cambio, habría llevado la Ley y la habría impuesto como Ley del Estado para todos los judíos. Nehemías y Esdras representarían dos momentos distintos y sucesivos en el desarrollo de la comunidad judía de Jerusalén y su relación con la diáspora, como etapa de la restauración de la vida social en Judá después del exilio; formando parte de un proyecto unitario de Dios  -aunque su realización tuviera lugar en diversos momentos-  durante el reinado de varios monarcas persas.

   El libro une, a través de unas genealogías, la población existente que llevó a cabo la restauración, con aquel pueblo que había vivido en el desierto y en esa tierra, mostrando que  el Israel de la época persa y griega es el mismo de antes, el Pueblo de Dios. La continuidad que  subrayan estos libros es un elemento fundamental de su enseñanza, ya que ofrecen un testimonio acerca del modo en que Dios conduce la historia de la salvación, avanzando y progresando al paso del tiempo, haciendo surgir respuestas nuevas a diversas situaciones, pero manteniendo fuertes lazos con la fidelidad de sus orígenes.  A partir de las reformas de Esdras y Nehemías, la pertenencia al pueblo no está unida a habitar en un territorio concreto o proceder de él, sino a tener una ascendencia determinada  -de ahí la importancia de las genealogías-  y a someterse a una ley.

   Estos libros a la luz del Nuevo Testamento, se interpretan sobre todo en sentido espiritual, buscando en la acción de Esdras  un anticipo de lo que Jesucristo realiza en su plenitud: así como Esdras instruyó en la Ley de Moisés al Pueblo de Dios, Jesús enseñó esa ley llevándola a la perfección. Por eso, Esdras y Nehemías sólo deben ser vistos y leídos como una etapa preparatoria y transitoria hacia la Revelación del Nuevo Testamento, que da un fundamento de la situación religiosa y la  forma de pensar del pueblo judío  -centrada en la Ley-  en la época en la que vivió Cristo y surgió la Iglesia.


TOBÍAS:

 Aunque a la Iglesia le llegaron tres redacciones distintas del mismo libro de Tobías, reconoció como canónico el texto griego. Éste se divide en las siguientes partes:

·         I-Desgracia y oración de Tobit en Nínive y de Sara en Media  (1,1-3,17) Se habla de dos familias de judíos a los que ha golpeado la desgracia a pesar de su fidelidad a Dios. El Señor decide socorrerles enviándoles al arcángel Rafael.
·         Viaje de Tobías a Media acompañado del Arcángel Rafael (4,1-10,14) El Ángel acompaña a Tobías sin que éste le reconozca. Periplos del viaje y encuentro y matrimonio con Sara.
·         III-De nuevo en Nínive. Curación y últimos días  de Tobit (11,1-14,15)

   Tobías, aunque parece un libro histórico es más bien una “novela ejemplar” que puede encuadrarse en el género de “narrativa sapiencial”. Es una narración compuesta con el fin de exhortar a aquellos judíos a confiar en Dios, a alabarle, a practicar las obras de misericordia entre ellos y a mantener la identidad judía, tomando como esposas a mujeres de su misma raza. El autor sagrado quiere dejar constancia de cuál es la verdadera sabiduría de un judío piadoso en la diáspora y cómo ha de comportarse ante Dios, cara a la ley y en las relaciones familiares. La idea que domina en el libro es que Dios protege a los justos y les salva de las desgracias que puedan sobrevenirles, si recurren a Él con una oración sincera; ejerciendo su protección por medio de sus ángeles.

   También nos muestra que la forma de actuar de Dios no es, a primera vista, perceptible para el hombre; ya que incluso las desgracias, permitidas por el Señor, tienen una finalidad que no se descubre al momento, sino al final de la historia cuando la Providencia actúa en la vida de cada familia y de cada individuo. Dios conduce al hombre por el camino de la vida, y el hombre colabora con Dios en la medida en la que pone los medios a su alcance para llevar a cabo sus proyectos nobles. Al hombre no se le pide que entienda el sentido de sus desgracias, sino que recurra a Dios y se ponga en sus manos, sin caer en la desesperación.

   A la luz del Nuevo testamento, se ve el paralelismo entre la enseñanza del libro de Tobías y la de Jesucristo, aunque el Señor la complementa al recordarnos que Dios sabe todo lo que necesitamos antes de pedírselo; y sólo debemos ocuparnos en la búsqueda del Reino de Dios, que es lo verdaderamente importante. También el Nuevo Testamento confirma la acción de Dios a través de los ángeles, como emisarios de misiones determinadas.

JUDIT: 

Es uno de los llamados libros deuterocanónicos del Antiguo Testamento, porque sólo se conserva el texto griego. El libro es un canto a la esperanza en Dios, que no se olvida de su pueblo, y que interviene en su favor cuando es invocado con rectitud de intención. Su género literario tiene elementos comunes con el midrás y la apocalíptica.

Se divide en dos partes:

·         I-Desgracia y oración de Tobit en Nínive y de Sara en Media  (1,1-3,17) Se habla de dos familias de judíos a los que ha golpeado la desgracia a pesar de su fidelidad a Dios. El Señor decide socorrerles enviándoles al arcángel Rafael.
·         Viaje de Tobías a Media acompañado del Arcángel Rafael (4,1-10,14) El Ángel acompaña a Tobías sin que éste le reconozca. Periplos del viaje y encuentro y matrimonio con Sara.
·         III-De nuevo en Nínive. Curación y últimos días  de Tobit (11,1-14,15)

    Judith no es un libro histórico en el sentido que lo entendemos hoy en día, ya que su particular género literario está lleno de elementos simbólicos: la ciudad de Betulia, que resiste heroicamente, es símbolo de todo Israel; Judith  -que significa la judía-  personaliza al pueblo entero que se enfrenta sólo con su fe y su confianza en Dios a sus poderosos enemigos                         -simbolizados en Nabucodonosor y su lugarteniente Holofernes-. La redacción del libro de Judith habría que situarlo hacia la segunda mitad del siglo II a. C. en la persecución de Antíoco IV Epífanes y la revolución Macabea.

   La clave teológica del libro se encuentra en la oración de Judith: el que ha querido seducir a Israel llevándolo a la idolatría, es seducido y vencido; en cambio ,los que son cumplidores de sus compromisos con Dios pueden contar siempre  con la fidelidad del Señor como punto de apoyo. Judith simboliza la fe, mientras que Holofernes es prototipo de la fuerza, y de esta manera el libro invita a pensar, según la lógica de Dios, que elige la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes sin renunciar a la necesidad de nuestra colaboración.

   La tradición de la Iglesia tuvo a Judith como tipo de María, que venció a Satanás al recibir en su seno al Hijo de Dios. También el libro es un ejemplo de la providencia de Dios que no abandona a su pueblo, y observa en Judith un modelo de diversas virtudes como son: el coraje, la castidad, la oración confiada a Dios…es decir, un prototipo de las virtudes que deciden vivir los que se dedican a Dios.


ESTHER:  

Con este libro se cierra el grupo de tres libros, de amable lectura y llenos de sentido religioso, que siguen a los de Esdras y Nehemías. Este libro se lee en las sinagogas en Purim, que es una fiesta popular que los judíos celebran con banquetes e intercambio de regalos.

   Todo el argumento del libro se sintetiza en la narración del sueño de Mardoqueo, que figura al principio del libro, y que se explica al final de él. Narra la historia de cómo Dios escuchó las oraciones de su pueblo y lo salvó del grave peligro surgido por una persecución que sus enemigos habían suscitado contra él. Eso lo hizo Dios guiando suavemente los acontecimientos con su providencia ordinaria. El relato se estructura de la siguiente manera:

I-                Esther convertida en Reina (1,1-2,18)
II-           Mardoqueo y Amán se enfrentan (2,19-3,6)
III-       Decreto de exterminio de los judíos (3,7-15 a)
IV-          Los judíos claman a Dios (3,15b-4,17kk)
V-              Mardoqueo se impone sobre Amán (5,1-6,14)
VI-          Dios salva a su pueblo del exterminio (7,1-10,3 a)
VII-     Epílogo (10,33-3b)

   El libro ha tenido un largo y complejo proceso de composición, que ha dado algunas diferencias entre los manuscritos de este texto. El núcleo central del libro evoca alguna persecución sufrida por los judíos, que el autor sagrado supo convertir en una hermosa narración que sirviera para instruir al pueblo en la perpetua fidelidad de Dios, que nunca abandona a los suyos, dejando constancia de la importancia de la oración en la búsqueda de la ayuda divina, sin que se ahorre a los fieles el esfuerzo que les corresponde; mostrando así una fe vigorosa que no se arredra ante la adversidad. Es un libro que nos habla de esa Providencia que muchos advierten como casualidades; sin embargo, aquellos que contemplan los sucesos de cada día con fe y confianza en Dios, obtienen una visión más amplia que reclama, a su vez, un compromiso decidido para colaborar con la acción de Dios y trabajar por la justicia. La fe de Esther y Mardoqueo es una fe vigorosa que no se arredra ante los problemas; demostrando que la confianza en el Señor no es un refugio para una actitud cobarde, sino valentía para tomar decisiones comprometedoras al servicio de Dios.

   A la luz del Nuevo Testamento, Esther es también considerada como prototipo de la Virgen María. La dignidad real de la heroína hebrea, la grandeza de su alma y la eficacia de la mediación ante el rey, han sido los motivos de esta tipología que ve en las valientes mujeres del Antiguo Testamento, la imagen de María en su entrega a la Redención.