15 de mayo de 2013

¡Hemos sido elegidos!

Evangelio según San Juan 15,9-17.

Como el Padre me amó, así también los he amado yo: permanezcan en mi amor.
Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Les he dicho todas estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea completa.
Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado.
No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos,
y son ustedes mis amigos si cumplen lo que les mando.
Ya no les llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre.
Ustedes no me eligieron a mí; he sido yo quien los eligió a ustedes y los preparé para que vayan y den fruto, y ese fruto permanezca. Así es como el Padre les concederá todo lo que le pidan en mi Nombre.
Ámense los unos a los otros: esto es lo que les mando.



COMENTARIO:


  En este Evangelio de san Juan, Jesús se pone a Sí mismo de medida, de ejemplo, para poder calibrar cómo debe ser nuestro amor por los demás. Y no lo hace a través del sentimiento, ni del placer, ni del gozo de la presencia compartida, sino de las obras que demuestran con hechos la realidad que expresamos con palabras. El Maestro les dirá a sus discípulos que son sus amigos, pero la demostración palpable de que así los considera es, en primer lugar, transmitiéndoles la Verdad y el Conocimiento que son la base, el principio y el final del sentido de su existencia: a Dios mismo.


  Para mí, nadie mejor que santa Teresa de Ávila ha sabido propagar esa sensación de satisfacción que surge del convencimiento de que no hay mejor regalo para nuestro prójimo que acercarlo a ese Cristo que redime y contesta hasta las más íntimas preguntas que se hace el ser humano. Porque difundir la fe es conferir esa paz espiritual, propia de los que han alcanzado la felicidad que descansa en Dios:
“Nada te turbe, nada te espante todo se pasa,
Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza,
Quién a Dios tiene nada le falta sólo Dios basta”.


  Después, Jesús culminará su demostración de amor con el sacrificio, libremente aceptado, de la entrega de su propia vida por nosotros. Nuestro Señor lleva hasta el extremo el querer- querer de una voluntad que se olvida de sí misma por el bien de los demás: de aquellos que ama y de aquellos que perdona, mientras clavan sus manos en la Cruz. Y nos dice, antes de morir, que nosotros debemos aprender de Él si queremos actuar como verdaderos cristianos; porque no hay otro camino para alcanzar la santidad que hacernos en Cristo, otros Cristos.


  En este pasaje del Evangelio, descubrimos una afirmación de Jesús que debe ser para nosotros un estímulo de vida que nos apremia a responder como verdaderos hijos de Dios: “Vosotros no me escogisteis a Mí, sino que yo os he escogido a vosotros y os he encargado que vayáis y deis mucho fruto…”. Todos aquellos que hoy estéis contemplando este comentario de la Palabra, desde la tranquilidad de vuestro ordenador, no penséis que ha sido un hecho fortuito, una casualidad la que os ha movido a tener una inquietud por conocer qué quiere Jesús de vosotros. No, ese Jesús que vino al mundo por nosotros, nos eligió a cada uno de nosotros desde antes de la creación para que fuéramos sus discípulos. A ti, a mí, a todos nos llamó a la vida para que, desde la vida, decidiéramos por amor responder a su llamada y formar parte del Pueblo de Dios.


  Cristo ha querido necesitarnos, y aceptar esa realidad es comprender que nuestra vida debe tener como punto de apoyo cumplir la voluntad del Padre, sobre todas las cosas. Debemos rezar para que el Señor nos haga ver, a través de la luz de la Gracia que recibimos en los Sacramentos, cómo y dónde podemos ser más útiles para dar muchos frutos en la propagación de la fe. Y transmitir esa Verdad, es transmitir a Cristo que se dio por los demás. Por eso, cada uno de los que hemos decidido seguir al Maestro, hemos de comprender que sólo dándonos seremos capaces de caminar de la mano, al lado de Jesús.