19 de abril de 2013

Éxodo


EXODO:

   Este libro está formado por un conjunto de relatos y de normas íntimamente entrelazados que transmiten una parte de la historia religiosa de los hijos de Israel: desde el asentimiento de las tribus que habían bajado a Egipto, empalmando así con el final del Génesis; hasta su prolongada estancia al pié del monte Sinaí, enlazando así con la narración que continúa en Números. Los relatos reúnen los acontecimientos más importantes de la vida de Israel: su esclavitud en Egipto, el nacimiento del líder Moisés, los prodigios que Dios obró para sacarlos de la opresión, la institución de la Pascua, el establecimiento de la Alianza y la apostasía primera y el establecimiento del culto.

   Las normas recogidas en el Éxodo constituyen el cuerpo legal más importante del Pentateuco, pues por las leyes contenidas en este libro se regularía la vida religiosa de Israel.
   Se divide en dos partes:
·     La primera narra la epopeya del éxodo, desde la estancia de los hijos de Jacob en Egipto, hasta su llegada al pie del monte Sinaí (1,1-18,27).
·     La segunda parte revela los sucesos vividos en el Sinaí: el establecimiento de la Alianza, la promulgación de leyes y preceptos y la construcción del santuario (19,1-40,38).

   La historia narrada del éxodo no debe tomarse como una crónica detallada y exacta; es más bien una historia de la salvación que narra como el Señor hizo de los hijos de Jacob, el pueblo de Dios: es decir, un pueblo que ha entrado a formar parte del misterio salvífico, eligiéndolo como primicia de salvación, donde estas realidades sobrenaturales son expuestas por el escritor sagrado revistiendo los hechos con un carácter épico, cultual y teológico. Y aunque no es fácil reconocer cómo se desarrollaron los acontecimientos, no admite duda que en este libro se relatan hitos fundamentales de la historia de Israel.

   Todo lo que se cuenta no es inverosímil: la formación de Moisés en la corte faraónica se relaciona con la costumbre egipcia en la época de educar niños asiáticos en la corte para desempeñar tareas administrativas; las plagas que nos cuenta la Biblia (las langostas, el sedimento de hierro que vuelve el agua del Nilo rojo, la sequía…) son fenómenos naturales de repetición periódica en Egipto, que posiblemente por voluntad divina se dieron juntos en un corto espacio de tiempo; el cruce del mar rojo se asimila más al fenómeno de mareas que se da entre las dos masas de lagos: “Agua de Horus” y el  “Pantano de los Papiros” que son prolongaciones del lago Menzalé, que tenía hacia el sur una comunicación intermitente entre ambos lagos y el Golfo de Suez, cuando se daba la marea alta. Seguramente la providencia divina intervino para que se dieran las circunstancias favorables, en los procesos naturales de mareas, al paso de los israelitas que huían del faraón.

   La historia de Israel en Egipto contiene varios de los elementos esenciales en la revelación del Antiguo Testamento porque recoge, en tono grandioso y con el estilo de la épica religiosa, la elección y la liberación de Israel convirtiéndolo definitivamente en un pueblo que es propiedad del Señor. Todos los acontecimientos de salvación narrados en el Éxodo fundamentan la historia y la religiosidad israelita, permaneciendo vivos en la memoria del pueblo y fundamentando la esperanza en Dios en todos los momentos y circunstancias de su trayectoria.

   Moisés será considerado profeta, caudillo, maestro y sobre todo, paradigma para su pueblo como imagen de la vida de Israel. Él es el representante del pueblo ante Dios, como figura de Jesucristo que, asumiendo la naturaleza humana, abrió para todos los hombres el camino de salvación a través de las aguas del Bautismo.

   Todo el libro va encaminado a exaltar la grandeza del Señor que ha realizado tantos portentos y a poner de relieve la peculiaridad del pueblo de Israel, depositario de tantos beneficios. La elección, la alianza y el culto son los elementos que vertebran la fe y la vida religiosa de pueblo. La acción salvífica más trascendental en su historia y que será punto obligado de referencia para explicar las demás intervenciones salvadoras de Dios, es la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto.

   Con la narración de las acciones que el Señor realizó en el Éxodo, se entremezclan las infidelidades del pueblo que, sin embargo, son una y otra vez perdonadas limitándose a castigarlos con acciones pedagógicas que les enseñan que los pecados conducen de nuevo a los israelitas a una situación de esclavitud y sometimiento.

   La Alianza es, fundamentalmente, un pacto bilateral según el cual Dios, que toma la iniciativa, propone al pueblo un compromiso que conlleva unas obligaciones por ambas partes: Dios protegerá con predilección a su pueblo y éste tomará como único Dios al Señor, acogiendo sus mandatos. La Alianza será permanentemente renovada en la liturgia de Israel y recordada en la enseñanza profética; finalmente en la plenitud de los tiempos, Jesucristo sellará con su sangre la Alianza nueva y eterna. También, como hemos dicho anteriormente, se recoge en el Éxodo el cuerpo más importante de prescripciones rituales como son: la Pascua, las Fiestas, el Santuario y sus instituciones.

   El Éxodo es el punto de partida para alabar la grandeza y el amor misericordioso del Señor con su pueblo a pesar de todas sus infidelidades; es un canto de esperanza ante Dios que realiza tantos prodigios. Más adelante veremos, en el Nuevo Testamento, las frecuentes alusiones contenidas sobre el Éxodo en el Evangelio, como por ejemplo: los cuarenta días que Cristo pasó en el desierto en recuerdo a los cuarenta años que pasó el pueblo de Israel y los cuarenta días de Moisés en el Sinaí; las Bienaventuranzas, que fueron formuladas en el monte, paralelamente a la Ley que fue promulgada en el monte Sinaí; y sobre todo, la imagen de Jesucristo que aparece como el nuevo Moisés que libera al pueblo de la verdadera esclavitud: el pecado y la muerte eterna. San Pablo siempre consideró los prodigios del Éxodo como figura de las realidades de la nueva economía: el maná  -alimento dado por Dios en el desierto al pueblo que moría de hambre-  es figura de la Eucaristía, el pan de vida para el cristiano; y la roca de la que Moisés hizo brotar el agua, lo es de Cristo, cuando brotó agua de su costado traspasado en la Cruz; afirmando que la Alianza del Sinaí prefiguró la establecida por Cristo con su sangre.