4 de abril de 2013

El estudio del Pentateuco

ESTUDIO DEL PENTATEUCO: GÉNESIS, ÉXODO, LEVÍTICO, NÚMEROS Y DEUTERONOMIO.

   Se llama Pentateuco al conjunto de los cinco primeros libros de la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Los judíos y, frecuentemente, también los cristianos le dan el nombre de la “Ley”, en hebreo ha-Tora`h; pero la ley de Dios es una ley singular: no es una colección de prescripciones arbitrarias, ni unas normas emanadas de los líderes religiosos de Israel o de la Iglesia para reforzar su poder, como algunos pueden pensar, sino un “manual de instrucciones” sobre el funcionamiento del ser humano, de la sociedad y de la naturaleza, que tiene su origen en el Creador del mundo y del hombre. Y donde las cosas no son malas porque estén prohibidas sino que, por sabiduría divina se prohíben, ya que son malas para el hombre y su entorno.

   Ese manual, no sólo proporciona normas de uso, sino las razones que están en las bases de esas normas  y que por eso se remontan a lo más profundo en la realidad de las cosas, a los orígenes. Comienza con la creación del hombre y explica la constitución íntima de su ser, a imagen y semejanza de Dios, pero con una naturaleza herida por el pecado desde los primeros momentos. Trata del principio de los pueblos y, sobre todo, del pueblo elegido por el Señor para manifestarse a él en los primeros momentos de su Revelación sobrenatural. Queda constancia del cuidado providente de Dios, que no abandona a Israel en la esclavitud de Egipto, quedando ligados por la Alianza y mostrando el Señor hasta donde es capaz de llegar en su paciencia, amor y fidelidad. Todo ello expresado en un lenguaje singular, que requiere un esfuerzo conocer, pero que está lleno de expresividad.
   Todo este entramado de relatos y leyes, que se dan en el Pentateuco, hacen de él una obra única en su género. Los hechos que narra, desde la creación del mundo hasta el final de la peregrinación por el desierto tras la salida de Egipto, sirve para encuadrar las leyes; y éstas, a su vez, encuentran su motivación en aquellos hechos. Por eso en el conjunto del Pentateuco se observa claramente como la Revelación se lleva a cabo mediante hechos y palabras intrínsecamente unidos entre sí. Al hilo de la narración de los cinco libros se puede descubrir la siguiente estructura:

·       I. Gn 1-11 : Creación e historia de la humanidad hasta Abrahán.
                     Prehistoria.
·       II. Gn 12-50 : Hª de los Patriarcas: Abrahán, Isaac, Jacob y sus hijos.
·       III. Ex 1-18 : Esclavitud en Egipto, liberación y camino por el desierto  hasta el final.
·       IV. Ex 19-40 : Alianza del Sinaí. Gran bloque de la legislación:
                         El Decálogo, el Código de la Alianza y Prescripciones rituales.
·       V. Lv 1-27: Legislación sobre los sacrificios, sacerdotes, la pureza ritual y la Santidad.
·       VI Nm 1-10 : Preparativos para la partida del Sinaí y algunas leyes.
·       VII Nm 11-36 : Etapas por el desierto del Sinaí hasta Moab, con una larga estancia intermedia en Cadés, y nuevas leyes  sobre sacrificios y sacerdotes.
·        VIII Dt 1-30 : Tres amplios discursos de Moisés en Moab,     recordando las etapas del desierto y los Mandamientos.
·        IX Dt 31-34 : Últimas disposiciones y muerte de Moisés en Moab
 
   En la historia narrada en el Pentateuco se ve una selección: Comienza el Génesis teniendo en cuenta a todos los hombres  -varón y mujer-  en la creación, en el drama del primer pecado, en la propagación de la humanidad por toda la tierra y en la expansión del mal que acarrea el castigo del diluvio. Con Noé, sin embargo, se da un nuevo comienzo a la humanidad. Nos centramos en la descendencia de Sem –hijo de Noé- y la vamos siguiendo hasta llegar a Abrahán, a quien Dios promete la tierra de Canaán y numerosa descendencia. De sus hijos, seguimos la línea de Isaac y posteriormente la de Jacob, dejando al margen la de Ismael y la de Esaú. La atención se centra después en los doce hijos de Jacob, de los que surgirán las doce tribus que han de formar el pueblo de Israel; destacando de éstos, Judá y José. El Éxodo se fija especialmente en Moisés y Aarón, descendientes de Leví, y a partir de aquí el protagonista principal es el pueblo de Israel.  Mediante este proceso selectivo se ha pasado de considerar a toda la humanidad a fijarse en un solo pueblo, el pueblo elegido de Dios.

   Como habíamos contando en la clase anterior, el Pentateuco recibió su forma actual después de la vuelta del destierro de Babilonia (siglos VI-V a.C.) recogiéndose en la redacción final diversos materiales de distintas épocas, algunos de ellos antiquísimos, que reelaborados y reorganizados por los autores inspirados, llegaron a constituir ese conjunto de cinco libros sagrados, tal como lo recibió primero el pueblo judío y luego la Iglesia. En ellos se revela una doctrina central especialmente viva tras la experiencia del destierro: que Israel es el pueblo elegido por Dios, que ha recibido la ley como un don, y que debe cumplirla para permanecer como tal pueblo en la tierra prometida. Dios pide a su pueblo el acto libre de amor comprometido que requiere toda Alianza.

   Dios se sirvió de quienes, en una época u otra y de diversas maneras, colaboraron en la formación de estos libros, de modo que obrando en ellos, pusieran como verdaderos autores todo lo que el Señor quería. También los profetas, como  por ejemplo Amós y Oseas, con su predicación hicieron profundizar en el significado religioso que estas antiguas tradiciones tenían para el pueblo; y así cuando cayó el Reino del Norte en manos de los Asirios (VIII a.C.) muchos israelitas huyeron hacia el Sur llevando sus tradiciones, con la interpretación propia de su contenido teológico, como era la Alianza con Dios en el desierto; el cumplimiento de sus cláusulas y la trascendencia de Dios. A esa tradición que provino del Norte se la ha llamado “Elohista” (E ) porque en sus relatos designa a Dios con el nombre de Elohim.
    Durante el siglo VII a.C., bajo los reyes Ezequías y Josías, hubo en el reino de Judá profundas reformas religiosas que propiciaron el desarrollo de un nuevo modo de entender los acontecimientos pasados, dando origen a un nuevo resurgir literario que más adelante, durante el destierro y después de él, tuvo como manifestación más importante la composición de la historia de Israel narrada  a partir de la conquista de la tierra (libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes). Esa narración suele llamarse “Deuteronomista” (D) ya que incluía el Deuteronomio, o parte de él, como introducción a la historia narrada en dichos libros. Expone la ley de Moisés en forma de grandes discursos y acentúa la elección gratuita de parte de Dios, así como la exigencia de fidelidad y obediencia a sus mandamientos. Abogando por la centralización del culto en un único santuario: el Templo de Jerusalén.

   Todo esto sirvió de estímulo para ir dando forma a antiguos relatos tradicionales; y sobre la base de estas tradiciones, tanto escritas como orales, se fueron componiendo algunos ciclos narrativos: la historia de los orígenes, los patriarcas, Israel en Egipto y su Éxodo, e Israel en el desierto hasta la entrada en la tierra de Canaán. Así se perfilaron las bases para la composición de un grandioso prólogo al Deuteronomio y a la historia que le sigue, donde se unificaron los antiguos datos sobre la historia de la salvación, desde los orígenes del mundo hasta los albores del asentimiento estable de Israel en la tierra de Canaán. En estas narraciones se emplea el nombre de Yawèh como nombre propio de Dios; por eso al referirse a la tradición que recoge esos pasajes se utiliza el término “Yahvista” (J).

   El destierro de Babilonia (siglo VI a.C.) al caer el reino del Sur, Jerusalén, fue un momento importante de profundización religiosa para Israel, que se preguntaba el porqué de su desgracia. Allí los sacerdotes deportados de Jerusalén tuvieron que mantener la fe del pueblo frente a la religión babilónica, cargada de mitos y prácticas paganas que se introducían entre el pueblo; recordándoles como toda la historia de la humanidad, y en especial la vida del pueblo de Israel se desarrolló al hilo de las sucesivas alianzas de Dios con los hombres. Esa actividad literaria de los círculos sacerdotales, que continuó a la vuelta del destierro, quedó reflejada en un conjunto de leyes por las que debía regirse el culto manteniendo la pureza de las costumbres. Esa obra se llamó “Sacerdotal” (P), dejando una profunda huella en el texto definitivo del Pentateuco. Todas estas formas de tradición que existían previas a la redacción final, aún presentando sus propias peculiaridades literarias y doctrinales quedaron integradas, por inspiración divina, en el conjunto de la gran obra que llamamos Pentateuco.

   Como veremos más adelante, la enseñanza del Pentateuco es fundamentalmente de carácter religioso: muestra como Dios actuó en la historia de la humanidad haciendo surgir el Pueblo de Israel, enseñando la respuesta que se debía dar a Dios. Presenta, por tanto, el fundamento de la fe y de la religión de Israel en las que, sobre todo, se confesaban las intervenciones de Dios en los acontecimientos del pasado, porque sin la intervención de Dios tales acontecimientos no serían explicables. Al mismo tiempo, enseña que Dios manifiesta su voluntad a través de las personas que hablan en su nombre - de ahí la importancia de las palabras puestas en la boca de Moisés- y que son acompañadas de los acontecimientos que las confirman, por eso las palabras y los acontecimientos que han provenido de Dios han entrado a formar parte de la historia de la salvación.

   La historia de la manifestación de Dios expuesta en el Pentateuco es, al mismo tiempo, conocimiento del verdadero Dios por parte del hombre; ya que a través de profundas experiencias históricas y mediante las palabras de aquellos que hablaban en nombre del Señor, Israel llegó al conocimiento del Dios único y trascendente, omnipotente, salvador y misericordioso. Tal es la imagen que nos ofrecen los cinco primeros libros de la Biblia. Así mismo, el Pentateuco enseña que Dios actúa en la historia humana eligiendo a un pueblo para que sea instrumento de salvación cara a los demás pueblos; y esta elección, fundada en el amor gratuito, constituye la clave para comprender todo el desarrollo de la historia que presenta, no sólo el Pentateuco, sino toda la Biblia.

   El Pentateuco es también el libro de las Promesas ratificadas en la Alianza, que comienzan con Noé, continúan con Abrahán y los patriarcas hasta Moisés. A su vez, la Alianza lleva consigo la Ley, que viene a ser el conjunto de estipulaciones que el pueblo, por su parte, deberá cumplir para mantener su pacto con Dios. Esa Ley adquiere un profundo significado, pues al asumirla libremente queda implícita la aceptación agradecida de la elección, y por ello el deseo sincero de conseguir el don de la promesa a través de su cumplimiento.

   Leído con la luz que el Nuevo Testamento da al Antiguo, el Pentateuco se percibe como una etapa, la primera, de la historia de la salvación; historia que continúa y alcanzará su culminación en Jesucristo y en Iglesia, nuevo Pueblo de Dios. El Dios que revela Jesucristo, no es otro que el que se había dado a conocer   a Moisés y a los patriarcas: el Dios único, trascendente y misericordioso. En el Nuevo Testamento se nos enseña que esa actuación de Dios ha llegado a un límite insospechado: Dios se ha hecho hombre para salvar al hombre; y en ese acontecimiento central Dios ha revelado que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, trinidad de personas siendo un único Dios.

   La finalidad de la elección de Israel, ser instrumento de bendición para todos los pueblos, se ve cumplida en el Nuevo Testamento, en cuanto que éste muestra como el Salvador ha surgido del pueblo de Israel. Cristo representa a Israel, pues Él es el ungido para traer la salvación a todos los pueblos y a todos los hombres. En el Pentateuco también descubrimos que la elección ha ido unida a las promesas, y el Nuevo Testamento nos enseña que las promesas se han cumplido mediante Cristo, así como la promesa de la tierra que ya apuntaba al nuevo Reino de Dios, es instaurada por Jesucristo en la Iglesia. Las alianzas, que ratificaban la elección y las promesas, culminan en la nueva y definitiva Alianza, sellada con la sangre del Señor; pero todas estas promesas y alianzas no serían comprensibles sin aquellas primeras, que aún teniendo un contenido propio, eran preparación para la definitiva “Nueva Alianza” que descansa  en la “Antigua”. Y por consiguiente, se revela la Nueva Ley, la Ley de Cristo, del amor, inscrita en el hombre por el Espíritu Santo; donde  la ley antigua era una preparación para el Evangelio, profetizando y presagiando la obra de liberación del pecado que se realizará   en Cristo. 

   De esta manera, hemos visto que el Pentateuco narra una etapa esencial de la historia de la salvación: los orígenes del pueblo de Israel y su constitución como Pueblo de Dios, fundado en la Antigua Alianza y en la Ley;  dejando  entrever los proyectos divinos para la salvación de todos los hombres y por tanto quiere ser, y es, una obra de carácter predominantemente histórico que no pierde el sentido de ofrecer un camino concreto para el comportamiento humano.

   La historia del Pentateuco reviste un carácter muy peculiar, ya que es una historia en la que lo más importante no es poder comprobar si los hechos que han ocurrido son de tal o cual forma, sino descubrir qué enseñanza se quería dar cuando se transmitieron en cada momento y lugar. Lo mismo ocurre con las leyes, ya que lo esencial no es a veces su normativa concreta en situaciones particulares, sino el espíritu que las animó y que les dio validez universal. Por eso, los libros del Pentateuco, más que cualquiera de  los otros escritos ofrecen la posibilidad, no sólo de una lectura histórica, sino sobre todo teológica y espiritual. A esta interpretación se prestan especialmente los primeros capítulos del Génesis, que además del significado que pudieran tener en el momento de su composición, se abren a una comprensión creciente y a una actualización en otros marcos culturales y religiosos. También nos podemos encontrar con personajes concretos que son susceptibles de una interpretación simbólica, en cuanto que es posible ver en ellos modelos de conducta, de actitudes ante Dios y de valores espirituales; esa tendencia interpretativa se aprecia al final del Antiguo Testamento (Si 44) y continúa en el Nuevo Testamento (Hb.11), desarrollándose especialmente en la época patrística. San Pablo nos lo muestra con claridad al comparar a Agar con la Antigua Alianza y ver en Sara a la Nueva. Los Santos Padres nos han mostrado la presencia simbólica de Cristo, oculta en diversos tipos, en toda la profundidad bíblica.
   Se descubre así, en los relatos sobre personajes o hechos concretos, un sentido espiritual que, sin oponerse al sentido histórico, lleva a comprender los textos del Pentateuco, como si fuera una catequesis de vida cristiana. Por eso, como decíamos anteriormente, leyendo el Pentateuco a la luz de la Revelación de Jesucristo, se llega a comprender su sentido, no sólo como una etapa de la historia de la salvación, sino como un anuncio directo de su desenlace, es decir de Cristo y de la Iglesia. Para poder comprender mejor el sentido que a la luz de la Revelación tiene cada uno de los cinco libros, vamos a intentar hacer un pequeño resumen de cada uno y comenzaremos en el próximo capítulo por el Génesis.