20 de marzo de 2013

¡Este hombre santo llamado José!

Evangelio según San Mateo 1,16.18-21.24a.
Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa,



COMENTARIO:


  Este Evangelio de san Mateo tiene diversos puntos de vital importancia para comprender como se ha desarrollado la economía de la salvación dispuesta por Dios, a través de su Hijo Jesucristo.
Comienza el pasaje evangélico resaltando que José fue engendrado por su padre Jacob, que era descendiente de la estirpe de David;  recordándonos que Jesús, llamado el Cristo, nació de la Virgen María que estaba desposada con José, omitiendo que fuera engendrado según la carne por este último. Así Mateo explica que el embarazo de María es obra de Dios por el Espíritu Santo, que ha escogido al patriarca para ser esposo de la Virgen y padre, a los ojos de los hombres, del Niño Dios.


  Creo que es conveniente, para que no hayan errores, explicar primeramente qué eran los desposorios judíos, que literalmente se traducían como “consagraciones”; es decir, eran unos compromisos matrimoniales que tenían efectos jurídicos y morales como los de un verdadero matrimonio. De hecho, en estas circunstancias, si una mujer desposada cometía adulterio se debía castigar con la lapidación, porque se consideraba que ya era propiedad del varón y su falta lo deshonraba.
Al cabo de un año o más se celebraba el matrimonio con la conducción de la esposa a la casa del esposo, y en ese momento sólo se podían separar si el marido emitía una carta de repudio contra la mujer.


  El hecho de que la Virgen, que ya estaba desposada con José, no hubiera tenido relaciones íntimas con él ha sido uno de los indicadores que ha confirmado lo que la Escritura y la Tradición nos han transmitido y que ha sido la voluntad de ambos esposos de vivir consagrados a Dios. No debe extrañarnos esa actitud que tanto “choca” en nuestros días, ya que como nos recuerda san Pablo, muchos matrimonios pasaban largas temporadas en oración sin tener relaciones carnales.


  Tampoco debe sorprendernos la decisión de María de contraer matrimonio, a pesar de su decisión de salvaguardar su virginidad para el Señor, ya que en aquellos momentos cualquier mujer necesitaba para todo la protección del varón que le daba la dignidad que como mujer no recibía y, a parte, había encontrado en José la comprensión de un hombre que la había enamorado. Por eso, con todas esas circunstancias, Dios había escogido un varón bueno, justo, prendado y con un corazón enorme que supo que ante la realidad que se le presentaba sería capaz de entrever el designio divino y aceptar su voluntad; haciendo de los planes de Dios, los suyos.


  Ante la situación difícil que se le presentaba, un ángel se le apareció a José transmitiéndole que el embarazo de María era obra del Altísimo, y que había sido escogido por Él para ser padre en la tierra del divino Redentor. Frente a este hombre santo, preparado junto a la Virgen desde toda la eternidad, se abrió el encargo de proveer la inserción del Hijo de Dios en el mundo, respetando las disposiciones divinas y decidiendo, a la vez, el cumplimiento de las leyes humanas. Toda la vida, tanto privada como escondida de Jesús, fue confiada a la custodia de ese descendiente de la estirpe de David, que transmitirá al Niño la descendencia davídica prometida al Mesías de Israel.


  José recibió el mandato de imponer al pequeño el nombre de Jesús, que significa “el Señor salva”, porque ese Niño que ahora une su naturaleza divina a nuestra naturaleza humana –asumida- a través de su Madre María, salvará a su pueblo de todos sus pecados.
No podemos olvidar que en el contexto del Antiguo Testamento, salvar significaba liberar de los enemigos; y no hay mayores enemigos para el hombre que los pecados que consiguen separarnos de Dios y privarnos de la vida eterna.


  Hay que tener claro que el prodigio más asombroso que se ha dado en la historia de la humanidad, se ha realizado gracias a la fe rendida de dos criaturas admirables y enamoradas. Enamoradas de sus almas admirables y enamoradas de Dios: María y José. Esa Sagrada Familia serán imagen y modelo de amor y disponibilidad para todos, a los planes divinos; así como de la unió íntima de dos corazones al servicio de Dios.