26 de febrero de 2013

¡Todos somos capaces de todo!

Evangelio según San Lucas 6,36-38.


Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.
No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.
Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes".


COMENTARIO:


  El mensaje de Jesús, que nos transmite san Lucas, es una declaración de cual debe ser el comportamiento propio de un hijo de Dios que quiere imitar a su Padre. Un Padre misericordioso que ante el pecado de todos nosotros ha enviado a su propio Hijo para que nos redima, a través del sufrimiento libremente aceptado, en una cruz.


  Y para que logremos alcanzar esa salvación es necesario que cada uno de nosotros se haga uno con Cristo, imitándolo; porque quien desee alcanzar el perdón y la gloria en el cielo, deberá practicar la caridad en la tierra. Y la caridad es como la paleta de un pintor que presenta diversas tonalidades: unas veces será atender los problemas económicos de nuestros hermanos; otras, socorrer las miserias de aquellos que encontramos con ojos perdidos, tal vez por el alcohol y las drogas, y que en algún momento de sus vidas olvidaron el sentido de su dignidad. Pero jamás será juzgarles, porque desconocemos los motivos y las circunstancias que han podido llevarles a esa situación actual. Sólo ellos, en el fondo de su alma conocen el porqué y el cuando la voluntad se derrumbó, al intentar luchar solos contra los peligros del mundo.
Tal vez se encontraron con alguien que no tuvo tiempo de ayudarles, escucharles, darles cariño y, mucho menos, hablarles de Dios.


  El amor también requiere perdonar las ofensas que han herido nuestro orgullo; las difamaciones que han intentando dañarnos o las mentiras que se han tejido a nuestros pies para hundirnos en el barro. Se que cuesta; sobre todo cuando uno no encuentra razones para tanta maldad, pero no podeis olvidar que el mal no atiende a razones porque es la carencia total de bien.
En esos momentos es cuando el Señor nos pide que miremos a nuestro interior y nos examinemos en nuestra conciencia; porque es entonces cuando nos daremos cuenta que si no fuera por la Gracia de Dios también nosotros seríamos capaces, en un ataque de ira, de dañar a nuestros semejantes; mentir para solventar problemas y difamar para cerrar rencillas. ¡Todos somos capaces de todo!


  Por eso Jesús nos pide que reconozcamos nuestra pequeñez, porque sólo así seremos capaces de disculpar y entender a todos aquellos que, de alguna manera, nos hayan podido herir.
En el último viaje, seremos juzgados por el Amor y en el amor. Sólo se nos preguntará si nuestra maleta está llena de todas aquellas personas a las que les hemos dado una vida mejor; a las que hemos hecho más felices. O si por el contrario está vacía porque no tuvimos tiempo de llenarla.
Esa será la medida que usarán con nosotros; la misma que hemos dado a los demás.


  Este Evangelio, corto pero profundísimo, es un complemento a la oración del Padrenuestro, donde el Señor nos recordaba que somos cada uno de nosotros los que elegimos condenarnos; ya que el perdón que esperamos sólo será factible si hemos sido capaces de actuar con los demás, perdonándolos y olvidando sus ofensas; que en el fondo es la única manera pausible de perdonar.