12 de enero de 2013

Todo es posible para el que cree

Evangelio según San Lucas 5,12-16.


Mientras Jesús estaba en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra. Al ver a Jesús, se postró ante él y le rogó: "Señor, si quieres, puedes purificarme".
Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". Y al instante la lepra desapareció.
El le ordenó que no se lo dijera a nadie, pero añadió: "Ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio".
Su fama se extendía cada vez más y acudían grandes multitudes para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades.
Pero él se retiraba a lugares desiertos para orar.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.




COMENTARIO:


  San Lucas nos muestra, en las primeras lineas de su Evangelio, la actitud necesaria que hemos de tener cuando clamamos a Jesús con una oración de súplica. El enfermo de lepra, a la sola vista del Señor y antes de emitir su ruego, se inclina hasta el suelo y del fondo de su alma surge un profundo sentimiento de humillación.

  El leproso toma conciencia de la grandeza de Cristo frente a la pequeñez de su persona; sabe que se encuentra delante de Aquel que con el simple hecho de querer, podrá. Y su humildad se vuelve audaz, osada, atrevida y sin fiarse de él, pero fiándose totalmente de Dios, eleva su petición: "Señor, si quieres puedes limpiarme de mi enfermedad". En esta frase, corta pero profunda, se esconde la actitud que Jesús nos exige para obrar el milagro: que nuestra oración descanse siempre en la fe.

  Esa fe que es la prueba de nuestra seguridad en la fidelidad divina y, a la vez, en la filiación divina; donde descubrimos que Dios es nuestro Padre y como tal, jamás dará una piedra al hijo que le pida pan. Esa fe que se sumerge en la Escritura para descubrir que Jesús no desatendió jamás una oración referida a Él: al leproso, a Jairo, a la cananea o al buen ladrón, que son algunos de los ejemplos que nos regala el Evangelio. Y en algunos, ni tan siquiera esperó a oir sus súplicas para concederles su favor, sino que le bastó la confianza que surgía de sus corazones entregados cuando se acercaron a Él. Valgan los ejemplos de los portadores del paralítico o la enferma de hemorrosía, para demostrar que ante esas actitudes el Rey de Reyes se llena de ternura y es incapaz de negarnos nada. Por eso, la respuesta de Jesús surge clara, fuerte y determinante: "Quiero. ¡Queda limpio!" Y al momento la enfermedad, ya sea física o espiritual, abandona al enfermo.

  La certeza que parte de la fe y es propia de nuestra audacia filial, no es gratuita ni fruto de una ilusión, sino que descansa en las palabras del propio Cristo que nos fueron transmitidas por san Marcos en su Evangelio: "Todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido" (Mc 11,24) porque "Todo es posible para el que cree" (Mc 9,23)