7 de enero de 2013

¡Debemos complicarnos por amor!

Evangelio según San Mateo 2,1-12.
Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el

reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén
y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo".
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén.
Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías.
"En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta:
Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel".
Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje".
Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño.
Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría,
y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.
Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios



comentario: 


  Este Evangelio de san Mateo es tan rico en matices, que requiere meditarse poco a poco. Nos encontramos, en un principio, con unos Magos de Oriente que no pertenecen al Pueblo elegido; y, sin embargo, están dispuestos a pasar todo tipo de penalidades hasta llegar al lugar donde les parece que puede haber nacido el Rey de Reyes. Mientras todo esto sucede, en Belén, al lado del portal donde ha nacido Jesús, todos los judíos duermen.

  Esto debe servirnos para no conformarnos con nuestra vida de fe, que la mayoría de las veces descansa en un aburguesado cumplimiento. En los lugares donde el cristianismo está perseguido, los creyentes nos dan un testimonio diario, recorriendo kilómetros de distancia para poder compartir la Palabra y la Eucaristía del Señor; enfrentándose y dominando sus miedos, ante el peligro que esto representa. Los Magos han sido y son un claro ejemplo de cómo debemos seguir a Jesús: buscándolo sin descanso, sobre todo en aquellos momentos que parece que la fe se oscurece y perdemos la luz.

  Tal vez nos suceda como a ellos y encontremos algún Herodes que quiere desviarnos del camino; pero el Niño de Belén enviará otra vez su estrella a nuestro corazón, para que podamos llegar a su lado. Hemos de tener presente, en esas circunstancias, que el diablo jamás presentará sus verdaderas cartas; sino que como el rey pecador
–en cuyo corazón anidaba Satanás- intentará enmascararlo con motivaciones buenas y agradables que descansan en la mentira. Ante esa incertidumbre hemos de recurrir a la oración y a una intensa vida sacramental; aunque, tal vez, las emociones no nos acompañen. Porque muchas veces el amor no se manifiesta en un sentimiento, sino en una confianza, en un descanso y en una entrega. Así, poco a poco, volveréis a ver la estrella que se nos mostrará de mil formas distintas; y en cada una de ellas, nuestra alma se llenará de alegría; porque seguirla es alcanzar a Jesucristo que nos espera, desde la cuna al lado de María, su Madre.

  Postrarnos ante Jesús es, como hicieron los Magos, abrirle los cofres de nuestro corazón, de nuestra intimidad, y darle lo mejor de nosotros mismos: nuestro oro, incienso y mirra. No podemos quedarnos a medias, encendiendo una vela a Dios y otra al diablo. Entregarnos al Señor en el portal será, muchas veces, renunciar a trabajos bien remunerados que no nos convienen; abandonar a personas que nos separan de Dios o enderezar nuestras vidas, con el esfuerzo de la verdadera libertad que nos enfrentará a nuestros vicios y debilidades.

  Si; abrir el corazón es cerrar la puerta al abismo de una existencia, tal vez placentera, pero carente de sentido. Es complicarnos la vida por amor; estar dispuestos a buscar y recorrer lo que haga falta y como haga falta -como hicieron los tres Reyes en los que estábamos representados todos los pueblos que no pertenecíamos a Israel- para poseer el mayor “regalo” entregado por Dios al hombre, el día de Navidad: su Hijo, Jesucristo.