30 de diciembre de 2012

¡la travesía de la vida!

  No puedo por más que sonreír ante los comentarios jocosos que me lanza mi esposo cuando me ve con el ordenador, dispuesta a compartir con vosotros alguna de mis vivencias

"-¿Alguna vez les hablas de mí?-
 -¿De nosotros?-
 -¿Porqué no?-
 -¡Yo soy un gran tipo!-"

  Todos aquellos que lo conocen saben que, no sólo es un gran tipo sino una persona buena, sencilla, des complicada y con un corazón que no le cabe en el pecho donde todos, y digo todos, tenemos cabida.

  Pero escuchando un día las explicaciones de una joven ante el fatal desenlace de su relación amorosa pensé que, tal vez, no estaría de más hablar aquí sobre la importancia que tiene la elección de los miembros de una pareja y la realidad de la relación en sí.

  Margarita me comentaba las explicaciones que su novio esgrimía para cortar la relación: la primera constaba de la duda ante la inseguridad de si ella era la mejor opción, la definitiva en su vida. Y la segunda, el agobio de la responsabilidad que significa la renuncia ante muchas opciones agradables.

  Dios me libre de ponerme de ejemplo de nada , porque es una gran verdad que no hay dos parejas iguales, pero si me consultan basándome en la experiencia de estos treinta y seis años de convivencia enamorada, suelo personalizar explicando que lo que tuve claro desde el principio era que tipo de hombre buscaba en mi vida: bueno y trabajador. Lo rezaba con insistencia por que el punto clave de la convivencia es que nunca sea de dos, sino de tres, porque Dios siempre debe tener un lugar junto a ambos. No busqué dinero, ya que es lo más fácil que desaparezca. Ni posición, la caída es durísima desde la altura. Pero la honradez, la confianza, la fidelidad, la coherencia…son virtudes que facilitan la relación. Y una vez decides que ese es el hombre de tu vida, luchas día a día para que lo sea. Tal vez haya otro mejor, pero a ti no te importa porque tú eliges que sea él el mejor para ti.

  Con él te decides a compartir la travesía a bordo de la nave del matrimonio. No es fácil, porque guiar un barco con dos capitanes a la mano de un solo timón es una tarea complicadísima que requiere que la mirada de ambos se fije en un solo rumbo, en un mismo destino, con el compromiso del esfuerzo compartido. Si se contemplan mutuamente decidiendo que cuando uno gira a barlovento el otro lo hace a sotavento, se exponen a que un golpe de mar termine con su viaje.

  Una mujer veraz no puede convivir con un embustero; una laboriosa será infeliz con un vago inútil; y una persona entregada y caritativa llorará junto a un avaro y egoísta. Hay que saber fundamentar la relación en los pilares de las virtudes que ambos miembros de la pareja aportan a la convivencia para, posteriormente, ser benevolentes ante aquellas diferencias que, justamente porque no somos perfectos, surgirán en el trato común del día a día,.

  No es cuestión de cumplir años ¡hartos estamos de ver matrimonios aburridos que los cumplen sin ilusión! Sino que a pesar del tiempo transcurrido, cuando lo mires a los ojos, sigas sintiendo ese “vuelco” en el corazón. Ya lo decía San Pablo: “el amor todo lo puede”, hasta lograr que cada día sea un nuevo día en el que renueves tu voluntad de asir de la mano a tu pareja para caminar juntos por el sendero de la vida que ambos trazasteis, con la ayuda de Dios, en el proyecto de futuro que es el amor conyugal.