17 de diciembre de 2012

¡hay que vivir la Palabra!

Evangelio según San Mateo 1,1-17.


  Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos.
Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de estos fue Tamar. Fares fue padre de Esrón;
Esrón, padre de Arám; Arám, padre de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón.
  Salmón fue padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre de este fue Rut. Obed fue padre de Jesé; Jesé, padre del rey David. David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías.
Salomón fue padre de Roboám; Roboám, padre de Abías; Abías, padre de Asá; Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de Jorám; Jorám, padre de Ozías.
Ozías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz; Acaz, padre de Ezequías; Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Amón; Amón, padre de Josías; Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el destierro en Babilonia.
Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel;
Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de Eliacím; Eliacím, padre de Azor.
Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre de Aquím; Aquím, padre de Eliud; Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob.
Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
  El total de las generaciones es, por lo tanto: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta el destierro en Babilonia, catorce generaciones; desde el destierro en Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



COMENTARIO.


  Esta genealogía que viene expuesta en el evangelio de Mateo, es una clara muestra de cómo toda la Sagrada Escritura, tanto el Antigüo como el Nuevo Testamento, es un camino pedagógico en el que Dios se manifiesta para hacernos llegar el mensaje teológico (no histórico, ni astrológico, ni científico) que nos quiere transmitir.

  Es evidente, que si siguiéramos un concienzudo árbol genealógico de Jesús, sus antecesores no coincidirían en bloques perfectos de catorce miembros consecutivos, pero la realidad que el evangelista nos quiere hacer llegar, con los nombres de los personajes conocidos, es que en Jesucristo se cumplen las promesas hechas a los antigüos patriarcas: la promesa a Abraham, a David o Salomón, de que de su descendencia nacería el Mesías salvador del mundo.

  Estos versículos nos ayudan a entender como la historia y sus personajes han sido uno de los caminos de los que Dios ha querido servirse para que podamos datar, y verificar, el paso del Señor en la tierra. No me cansaré de repetir a aquellos que niegan a Jesús como Hijo de Dios, que tienen el aval del testimonio escrito de sus contemporáneos: aquellos que murieron por defenderla. Negarla, porque no es empíricamente demostrable o exacta, es negar la existencia de Napoleón, Nefertiti, los Reyes Católicos o María Tudor.

  O nos fiamos del que nos cuenta la historia, o no nos fiamos de nadie. Y yo me fío totalmente, porque el que me la transmite es el Espíritu Santo que guía a los hagiógrafos bíblicos. Ahora bien, no perdamos nunca de vista que el Evangelio es la Buena Nueva, el mensaje de la Vida: Cristo mismo. No es un tratado, sino la Palabra hecha letra que se envía directamente al corazón, no sólo para ser oída sino, sobre todo, para ser vivida.